A sus 67 años, Rafael Ortega está ya jubilado pero el barro permanece en la cutícula de sus uñas. "No puedo vivir sin el torno. Sigo trabajando con él diariamente", reconoce el ceramista. Sus obras figuran en la exposición Maestros artesanos de Extremadura .

Son cinco maestros en esta pequeña retrospectiva y Ortega es el único que ha podido transmitir su oficio a uno de sus hijos. El de los otros cuatro maestros morirá con ellos. "Yo aprendí de mi padre, pero conmigo muere la tradición", afirma el alfarero Andrés González, de Salvatierra de los Barros. Julián Simón también heredó de su padre el oficio. Aprendió tarde, a los 27 años, porque llegó emigrado del País Vasco, y su enchinado --técnica que ya sólo subsiste en Ceclavín-- no tiene en él herederos directos. "Yo soy el último", lamenta. En el caso de Lorenzo Pérez (Salvatierra), el trabajo con la cerámica saltó una generación. De su abuelo pasó a él y tras él, nadie. "Me gustaría que alguien siguiera, pero le tiene que gustar", declara. "Mi bisabuelo ya era calderero y yo empecé con 12 años, mis hijos no continuarán", dice Manuel Torrejón. Con él también terminará el oficio familiar.