Este pasado domingo pude vibrar en directo durante la retransmisión de la maratón de Nueva York mientras la comentaba en Eurosport, gracias a la invitación de Antonio Alix, periodista de la cadena para temas atléticos.

La carrera femenina tenía un nivel increíble, sin embargo, sin que sirva de precedente, mi interés estaba más en la masculina. No por su nivel deportivo, también excelso con la presencia del recordman mundial de la distancia, el último campeón del mundo y campeón de Europa, sino por la presencia del etíope Haile Gebrselassie.

Mediada la carrera, cuando los cambios de ritmo que iban a definir la lucha por la victoria se desataron, Haile desapareció definitivamente del grupo de cabeza. A los pocos minutos nos llegó la noticia vía Twitter de que se había retirado en el kilómetro 26 por problemas con una lesión de rodilla que arrastraba. No era nada grave, tampoco era su primera retirada en una maratón para el Rey mundial del fondo al que, tras su dominio en la pista y en la ruta en distancias más cortas, se le había resistido la distancia olímpica más de la cuenta.

Pero la noticia estalló en meta, tras el final de la prueba, cuando como un latigazo eléctrico-informativo nos llegó el anuncio de su retirada definitiva. Nueva York fue su última carrera, la última competición del más grande.

Siempre recordaré como el gran Haile atendió pacientemente, durante una comida tras la presentación del 25 aniversario del cross de Itálica hace casi tres años, nuestras preguntas sobre su participación en los Juegos Olímpicos de Pekín, la participación de Bekele en los mundiales de cross de ese año, disputados en casa del enemigo, Kenya hace unos años. Todo un honor y un recuerdo. Adiós, Gebrselassie.