Matías Roncero, que en enero cumplirá los 49 años, supera cada temporada con notable alto las revisiones médicas a que se somete para competir en las filas del Herrera. Sin duda, es el jugador más carismático y conocido en los terrenos de juego del este de Badajoz. Tanto es así que despierta el recelo de algunos aficionados foráneos: "¡Ese viejo ya no tiene ficha, no puede jugar!", le gritan algunos. Y allá va Matías a dialogar con el espectador y se lo lleva a la caseta del árbitro para deshacer el entuerto.

Nació en Herrera del Duque, el 27 de enero de 1960. Es albañil. Fue a la escuela hasta los trece años, "pero no aprendí casi nada. Me ponía malo de estar tanto rato quieto en la escuela y me escapaba cuando podía".

Entró en el Herrera en 1983, con 23 años, y no se ha movido del equipo, salvo una temporada que estuvo en el Peleño porque el Herrera no pudo completar plantilla. Son 25 años de fútbol de competición para este atleta, con físico envidiable, tenacidad ejemplar y condiciones naturales para la carrera de fondo.

Casado, con cuatro hijos, dos de ellos --David y Javier-- juegan en el mismo equipo que su padre. ´El viejo´, como le conocen, y sus dos vástagos coinciden muchas tardes en la alineación del Herrera.

Curiosamente, se da la circunstancia de que fue Matías Roncero el que animó al actual entrenador del Cacereño, Angel Alcázar, a fichar por el equipo de su pueblo. Juntos compartieron casi tres temporadas, ambos en labores defensivas, hasta que Alcázar progresó futbolísticamente.

Roncero empezó de libero, es muy rápido en el corte, pero ahora ejerce de delantero. Incluso ha sido ´pichichi´ del Herrera un par de temporadas. Aunque ya no juega siempre de entrada, se dosifica y aguanta bien los partidos gracias a su preparación como corredor de fondo.

Durante su trayectoria deportiva ha participado en una media maratón popular que se celebra en las ferias de Herrera. Y casi siempre la gana. Es una máquina manteniendo una cadencia constante y agotadora. Dos años seguidos batió a un atleta llegado de Madrid espoleado por la fama de Matías. "Tío, es que tú no cambias el ritmo y agotas a cualquier", le dijo en una ocasión.

Muchas veces, tras una jornada de trabajo en la construcción, se iba y volvía corriendo de Peloche, a 8 kilómetros, y después se iba a entrenar con el equipo. Todavía se recuerda en el pueblo un día de feria en el que Roncero jugó un partido en Casas de Don Pedro. Fuera de lo que es su costumbre, anduvo toda la noche sin acostarse con la botas de tacos. Por la mañana corrió diez kilómetros por las calles adoquinadas del pueblo y entró segundo en la meta.

Se cuida mucho: "No bebo, ni fumo. Solo alguna cerveza en las bodas". Tiene ascendente entre los jóvenes del equipo y se permite reñirles: "Si jugamos el domingo, os emborrachais los viernes. Hay que ser responsables y cuidarse bien para poder rendir luego. Esto cuesta mucho esfuerzo y dinero de todos y son cosas muy serias". Además, nunca fue expulsado por juego violento, solo por protestar. "Por qué le voy a dar una patada a un muchacho y le voy a hacer daño, si esto es un juego", apostilla.

"A principio de cada temporada me entra el gusanillo y no soy capaz de retirarme. Mi mujer me dice que soy muy viejo, que me va a pasar cualquier cosa, pero en el fondo no se mete conmigo. Comprende que el fútbol es mi vida. Es lo que más me gusta y como no me canso ni nada...", asegura. Añade, no obstante, que "creo que este año es el último. Ya me he dejado las piernas durante mucho tiempo y, a veces, a costa de mi trabajo".