El deporte vive de la competición, y para competir, la mayoría de las veces, hay que viajar. Cada deporte tiene sus características específicas y sus sistemas de competición diferentes que hacen que, según el ámbito y nivel de la competición se tenga que viajar mucho.

En mi caso, un atleta de fondo de mi nivel, suelo competir prácticamente toda la temporada en diferentes disciplinas, campo a través, pista, ruta, incluso pista cubierta como la semana pasada en la Copa del Rey. Más o menos unas 25-30 competiciones anuales repartidas por toda la geografía española y alguna en el extranjero. Muchos kilómetros y horas de coche, tren, autobús y avión a lo largo del año.

Muchos de esos viajes, como llamamos nosotros, viajes relámpago, no te da tiempo a mucho, ni siquiera conocer la ciudad a la que te desplazas, pero en muchos otros si que puedes sacar un poquito de tiempo, según donde esté ubicado el hotel, visitar la ciudad o sus partes más interesantes, algunas compras de productos típicos y, en caso de playa, algún bañito.

Todo esto va en progresión, en mis inicios, aun recuerdo los viajes en autobús por la comunidad autónoma de Extremadura, Coria, Salvaleón, Fuente del Maestre, Zafra, Mérida... viajes en los que no faltaba el bocadillo, los amigos, los juegos y alguna que otra vomitona por las curvas o por ir mirando todo el rato hacia atrás en el asiento.

Ahora los viajes son, en lo que llevo de esta temporada, a Valencia, Sevilla, San Sebastián, Aranda de Duero, Soria, o como este fin de semana, Fuerteventura, donde hemos estrenado por primera vez en el calendario nacional una prueba de campo a través en las Islas Canarias y he podido conocer dicha isla, unos Alfajores de Gofio me he traído de recuerdo, ¿Qué qué es eso? Tendrán que viajar a Fuerteventura para saberlo.