«Es el día más importante para nosotros», decía ayer Josué, un catalán que aprendió bien la lección hace muchos años, cuando se enamoró de la malpartideña que ahora es su mujer y cambió la costa brava por el sabor a patatera; el sabor de Malpartida de Cáceres. Ayer y siempre. «Aquí somos unos 5.000 habitantes y hoy se duplica la población», añadía Josué mientras su mujer servía tortilla, queso, chorizo y demás embutidos que sacaba del carro decorado que conducían. Unos 40 carromatos engalanados de todas las maneras compitieron en el concurso.

Josué acertó. Ayer más de 10.000 personas se dieron cita en el día grande de esta localidad cacereña que, tras ser declarada por fin Fiesta de Interés Turístico de Extremadura en mayo del 2016, «se ha colado en la agenda pública de este martes de Carnaval con voz y nombre propio», afirmó el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, presente en el acto institucional previo a la fiesta que tuvo lugar a eso de las 12.00 horas. Junto a Vara, también estuvo el expresidente del gobierno regional, José Antonio Monago.

Vestido con el traje típico de labrador, Josué ‘guíaba’ el carro por la calle Pérez Comendador. Eran casi las 13.00 horas. El pasacalles acababa de comenzar y por venir estaba cerca de un kilómetro de música, baile y comida. Atrás acababa de quedar el pistoletazo de salida cuando el alcalde, Alfredo Aguilera, daba la bienvenida a todos los forasteros y hacía hincapié en eso de que «¡la vida son cuatro días y uno de ellos… la patatera!».

Muchas malpartideñas (prácticamente todas) vestidas con trajes de percal o de faralai acompañaban a los ‘labradores’ en un trayecto que se detuvo en dos ocasiones. Una en la plaza de la Nora, donde los pequeños pudieron disfrutar de atracciones infantiles, y la segunda en la plazuela del Sol. Las bandejas y los tuppers ‘volaban’ porque la hospitalidad de los malpartideños es una de sus mayores virtudes. Por eso el ‘magenetismo’ de la patatera atrae a tantos.

«Me encanta viajar y vivir cosas nuevas», revelaba sonriente Antoñita La Piñuela, de Mérida, que iba preparada con dos carros de la compra repletos de patatera para compartir con sus ‘anfitriones’. Con ella llegaron ayer un centenar de emeritenses y al menos uno ya piensa volver. «Es la primera vez que vengo y me está encantando. Creo que repetiré», añadía La Piñuela que desvelaba la procedencia de muchas sus amigas. «Han venido de Garrovillas, de Arroyo de la Luz, de Aliseda, por supuesto de Cáceres… De todos lados».

2.500 raciones

Sobre las 15.00 horas el pasacalles hacía entrada por los Arcos de Santa Ana. Ya había cola para pedir la patatera. Al final: lo previsto. Se agotaron las 2.500 raciones servidas, sin contar las que trae cada malpartideño de casa en sus alforjas o cestas de mimbre. «He vivido esta fiesta de chico, de joven, de mayor... De todas las edades y siempre es muy bonita», destacaba uno de los miles de vecinos que se volvieron a volcar con sus tradiciones en la pedida de la patatera más multitudinaria que se recuerda. «Ahora a comer y al baile», anunciaba.

Con el desfile llegando a su fin, la tarde asomaba y había que hacer la digestión. La caseta municipal, en la plaza Mayor, albergó desde las 16.00 horas el baile popular, mientras que los más jóvenes se juntaron en la discoteca móvil, en la plaza de los Pucheros, hasta altas horas de la madrugada.

Como siempre, los malpartideños disfrutaron de su día más grande y volvieron a no escatimar. Ni en generosidad ni en preparativos. «Cuanto más trabajemos por mantener nuestras tradiciones más nos pareceremos a cómo somos y a cómo hemos sido. Las tradiciones no son mirar hacia atrás, las tradiciones son mirarse al espejo y poderse identificar», remarcó Vara. «Trabajamos no solo por una tradición que representa el sentimiento extremeño sino también por un producto eminentemente extremeño», resumía por su parte el alcalde malpartideño. No hay duda que Malpartida de Cáceres sabe a patatera. Y, ayer, toda Extremadura supo también.