Balance general positivo de la primera jornada del concurso de murgas del Carnaval de Badajoz, que se celebró el pasado lunes. Era una noche que, a priori, se presentaba difícil, por la habitual frialdad de las sesiones de apertura del COMBA, y por las dudas acerca de cómo sonarían las murgas tras la decisión de cantar sin micrófonos. Pero todas esas dudas quedaron disueltas en cuanto dio comienzo el concurso. Porque, enseguida, se pudo comprobar que no son necesarios los micrófonos para poder escuchar bien a las murgas.

La decisión de prescindir del sistema tradicional de captación y amplificación del sonido se tomó, por mayoría, en el seno de la comisión de murgas. Con el paso de los años, se habían ido acumulando las quejas por parte de las agrupaciones, acerca de la calidad de la ecualización del sonido de sus actuaciones. Protestaban, amargamente, porque las agrupaciones a las que les tocaba en suerte actuar en la primera sesión del concurso, veían cómo sus interpretaciones quedaban desmejoradas por una ecualización deficiente. Y después de debatirlo y consensuarlo con el ayuntamiento, decidieron prescindir del sistema microfónico. Visto el resultado de la primera jornada del COMBA, puede afirmarse que, sin duda, ha sido todo un acierto. Porque, en el teatro, se pudo escuchar, con claridad, limpieza, y sin ningún tipo de distorsión, a las cuatro murgas que inauguraron esta edición del concurso.

También merece especial consideración el comportamiento del público que ocupó las butacas del López de Ayala durante la primera sesión de preliminares. Aunque el aforo no estaba totalmente completo (dos horas antes de comenzar aún quedaban 40 entradas a la venta en taquilla), sí se contemplaba un lleno aparente, que perduró hasta el final de la noche. No se produjo, por tanto, una de esas desbandadas que tanto afean en el teatro, y que tanto enfrían en el ambiente carnavalero. La gente se quedó hasta el final de la sesión, y mantuvo una actitud, respetuosa, educada y cálida a lo largo de toda la noche.

El librepensador bohemio / Los encargados de inaugurar la edición 2018 del concurso de murgas del Carnaval de Badajoz fueron los chicos de la murga Los Chalaos. Son una agrupación que cuenta ya con una vasta experiencia en el ámbito carnavalero. Y eso se notó a la hora de actuar, porque no les temblaron las piernas (al menos, aparentemente). Y no era poca la responsabilidad que recaía sobre sus hombros, ya que, además de ser los primeros en actuar en la jornada inaugural de concurso, iban a ser los primeros en cantar durante el concurso sin micrófonos. Salieron bien del trance, porque se les escuchó con claridad y porque contaron con un público que escuchó atentamente y sin armar algarabía. Su personaje de este año es un pacense callejero, librepensador y bohemio, que recorre el Casco Antiguo y la ciudad entera, mientras parlamenta sobre lo divino y lo humano. La indumentaria que lucieron combinaba prendas de corte elegante, con detalles coloridos e infantiles, como un muñeco de Pikachu o un martillo chillón, entre otros. A lo largo de su actuación, tocaron temas como el éxodo juvenil que padece Extremadura, las carencias de las infraestructuras de comunicación de la región, la necesaria conquista de la igualdad de oportunidades entre géneros (también en el mundo del carnaval), la sobresaturación de tertulias políticas televisivas, o una divertida alusión al budismo, como fuente de serenidad para unos murgueros, como ellos, que a veces pueden sulfurarse ante las críticas injustas. Su escenografía, compuesta por un telón y un par de farolas, traslucía ese afán de trascender la mirada de la normalidad, y promover una visión más propia de alguno de esos personajes, auténticos y diferentes, que frecuentaba los programas televisivos de Jesús Quintero.

Un cuarentón divorciado, que retorna al hogar materno / Los siguientes en saltar a las tablas fueron Los Mirinda. Este año, la murga de raíces ‘machas’ apunta alto con su Aquí hay que mamá. Se presentan como Rufino, un cincuentón que, después de separarse de su esposa, retorna al hogar materno. De ese planteamiento inicial, luego, durante toda la actuación, se van derivando un puñado de situaciones y vivencias entre lo divertido y lo tronchante. Por lo que cuentan en su repertorio, se extrae la idea de que Rufino es un hombre con pocas posibilidades en el terreno de las relaciones. Sin embargo, al terminar la actuación, uno se da cuenta de que Rufino está en plena forma, porque, con poco más de 20 minutos de presencia en los escenarios, consigue seducir a la mayoría del público. El vestuario y la caracterización retrataron, perfectamente, a ese «pureta» de estética hippie que es Rufino. Y entre los temas que trataron, destacaron su homenaje a la ciudad de Badajoz y a Toni, la regidora del López de Ayala, sus críticas a los gobernantes y sus chanzas a propósito de las amigas de su mamá, de los locales que frecuentan los separados, de la sordera «a conveniencia» de su madre y de los independentismos.

Don Pepito y don José, amigos en permanente disputa / Después del descanso, les llegó el turno a los chicos de Los Espantaperros. Presentaron un singular y arriesgado proyecto, en el que la murga aparecía dividida en dos grupos de personajes, que se alternaban en la interpretación vocal. Y hay que reconocer el arrojo de tal apuesta. Porque en muchos momentos se escuchaba cantar únicamente a una mitad de la murga, con el riesgo que eso conlleva a la hora de conseguir una buena audición. Pero consiguieron que se les escuchara bien. Y supieron dar fluidez a ese diálogo permanente en que convirtieron su repertorio. Tuvo su actuación, por tanto, un carácter singular, aunque, en contraste, expusieron cantidad de temas en los que se planteaban las dualidades de la vida y del Carnaval. La escenografía, mucho más sencilla de lo que es habitual en Los Espantaperros, tiene un punto efectista que agrada y que se aprecia, sobre todo, en las fotografías. Musicalmente, volvieron a sonar de un modo parecido a como lo hicieron en sus tres primeros -y exitosos- años.

Los arqueólogos de Badajoz/ Para cerrar la noche, llegó Marwan, con su Volver a empezar. Se presentaron como arqueólogos, y hurgaron, con elegancia y sutileza, en el origen e historia de la ciudad de Badajoz. Recuperaron definitivamente la Marwan que más éxitos y halagos ha cosechado a lo largo de su dilatada trayectoria como murga. Cantaron muy bien afinados. Deleitaron con coros y voces que confluían y se disociaban por momentos. Y tuvieron la sensibilidad de experimentar con intensidades vocales muy leves, que demostraron que, cantando bajito y bien, también se puede pellizcar el alma de los escuchantes. En cuanto a los temas tratados, tocaron asuntos como el del adoctrinamiento, lo perverso del nacionalismo, el carácter gregario del ser humano, o la falta de amor propio de que adolecemos a veces los extremeños. Su vestuario es hermoso a la vista. Se nota que el conjunto ha sido muy meditado, porque cada complemento casa perfectamente con la base del traje y con el resto de adornos. La escenografía aparece dominada por una Torre de Espantaperros semienterrada.