TIRANÍAS

Cataluña y Cuba

M. G. Jorba Obiols // Bacelona

El entusiasmo que despertó la revolución cubana duró poco. Eliminando de un modo u otro a los mejores revolucionarios, Castro fue degenerando hasta convertirse en otro clásico tirano caribeño, con el amargo plus de haber traicionado a la izquierda. Pero no faltaron en ella «listos» que, para no reconocer haber sido engañados o para utilizarlo como arma contra EEUU, no les importó que -durante tres generaciones ya- los cubanos perdieran sus derechos humanos, como meras «generaciones instrumento».

Hoy y en España, a esos izquierdistas sin escrúpulos tampoco les importa apoyar incluso a unos burgueses nacionalfascistas catalanes, minoría a pesar de haberse apoderado del Gobern desde hace décadas y deseosos de una rápida independencia que asegure la impunidad de sus robos. Esperan de ese modo derrotar al, lo que, por su incapacidad, cobardía y división no han podido conseguir antes, ni tampoco conseguirán así, puesto que el PP y los secesionistas --como antes a ETA-- les interesa que continúe el conflicto. Los catalanes no queremos ser víctimas de esa confabulación de fascistas e izquierdistas de mala ley, y lucharemos lo que haga falta para no convertirnos en cubanos europeos.

COHERENCIA POLÍTICA

Línea roja de Carmena

María Faes // Madrid

La vez anterior, cuando la alcaldesa de Madrid cedió un espacio público a quienes querían la separación de Cataluña, acaudillados por dirigentes de perfil más que dudoso y contra el parecer de la mayoría de los catalanes y de casi todos los demás españoles, Carmena pudo excusarse argumentando la libertad de expresión, que ellos niegan a los demás. Pero ahora que el Constitucional lo ha declarado ilegal, el no cancelar ya el permiso para utilizar un local público para defender el referéndum separatista hubiera sido cruzar una línea roja, cometer un acto ilegal que exigiría que se le aplicara rápida, eficazmente, la sanción correspondiente.

CONFORMIDAD LEGAL

Una pregunta a Iglesias

Emilio Díaz Ledesma // Madrid

Esas vueltas y revueltas, esas medias palabras, esa broma de mal gusto sobre lo que significa «soberanía» aplicada a Cataluña, ese apoyar una movilización pero no el votar a un referéndum objeto de la manifestación, ese no distinguir entre un referéndum con libertad real de expresión y límites de participación y un referéndum franquista. Iglesias ¿no le da vergüenza?