LOS OBJETIVOS

El peligro de las minas

Miguel Fernández-Palacios // Madrid

Afganistán. Debido a la altitud del terreno, y a pesar del aire cristalino y el sol en el cenit de un cielo azul intenso, el frío se nota en el rostro.

Hasmat, de 7 años, que recoge leña para alimentar el fogón que caldea su vivienda, se encuentra un insólito juguete: un extraño artefacto en forma de mariposa. El niño, acostumbrado a jugar con palos y piedras, tras observarlo encantado un rato, lo coloca suavemente en su cesto y continúa la faena. Cuando regresa a su pequeña morada, muestra a sus asombrados hermanitos el sensacional hallazgo. Hasmat, disfrutando cada segundo al ver las caritas embobadas que le contemplan, alza la extraña mariposa con parsimonia y la lanza al aire. El objeto cae y al impactar en el suelo muestra el diabólico fin para el que fue creado: una tremenda explosión abre paso al infierno más estremecedor. Los vecinos sobresaltados corren entre la densa polvareda hacia el destrozado hogar de Hasmat. Al llegar, entre los escombros perciben una escena dantesca: pequeños cuerpos desmembrados gimen desgarradoramente su dolor.

En el mundo existen millones de minas que, como ésta, recolectan pacientemente su desalmada cosecha entre la vulnerable población civil.

Pensionistas

Basta de castigarnos

Jaume García // Valencia

El Gobierno de Rajoy tendrá que plegar velas ante la justificadísima ofensiva de los pensionistas. Los ánimos se irán caldeando, y las necias declaraciones de algunos próceres -Celia Villalobos y el gobernador Linde, entre otros- no contribuyen a la paz, precisamente. Los pensionistas harán cada vez más presión y el Gobierno acabará cediendo. Los mayores han perdido poder adquisitivo, además de haber tenido que asumir, en demasiados casos, el sostenimiento de sus hijos en paro. Excesivo castigo, ¿no le parece, señor Rajoy? Pero usted responde que no hay dinero, lo que nos obliga a recordarle, por ejemplo, los 11.000 millones al año que entregan a la Iglesia entre el Estado central y el periférico y en aportaciones directas e indirectas. O los casi 80.000 millones prestados a unos bancos en crisis que, al parecer, no nos devolverán, aunque ya vayan viento en popa. Curioso proceder con empresas tan poco dadas a perdonar ni un céntimo a sus deudores, ¿verdad? Y si quiere más ejemplos, podemos recordar los miles de millones destinados a compensar los fiascos del proyecto Castor o el descalabro de las autopistas de la comunidad de Madrid. ¿Seguro que no hay dinero o es, como siempre, dar a los ricos quitándoselo a los pobres?