PEDRO SÁNCHEZ

Certificados de credibilidad

Jon García Rodríguez // Bilbao

Dice Mariano Rajoy que los certificados de credibilidad los reparten los ciudadanos. Pero lo que no dice es que, cuando lo hacemos, los otorgamos con fecha de caducidad. A veces ocurre incluso que pocos meses después de haber introducido la papeleta electoral-cédula fedataria de nuestra confianza- en la urna, los ciudadanos ya estamos arrepentirnos de la decisión tomada. Hoy en día es difícil, por no decir imposible, encontrarse un partido político que cumpla con su programa electoral. Aunque sea mínimamente. Las huelgas y protestas que perlan por doquier son corolario de estos incumplimientos. Desde las pasadas elecciones generales de 2016, están ocurriendo asuntos muy graves en España. No creo que haga falta numerarlos. Pero sí pronunciarse en el sentido de que las respuestas que se dan desde Moncloa y el Congreso para paliar estos problemas -algunos de Estado- son del todo ineficaces. Por no decir improvisadas. Ante todo lo dicho, es de obligada necesidad la celebración de unas nuevas elecciones generales. Mariano Rajoy debe disolver las Cortes cuando le sea posible. El pueblo debe reconducir esta situación según su criterio. Y todas las formaciones políticas han de ser de nuevo evaluadas. Las urnas dirán qué políticos merecen o no renovar el «certificado de credibilidad».

Educar para la honradez

Alejandro Prieto Orviz // Gijón

Los menores son destinatarios de campañas de concienciación, sensibilización y adiestramiento en materias que pueden entrañar un riesgo para la salud y el bienestar, reciben información a través del colegio, la televisión, la radio e internet sobre las precauciones a tomar con el fin de evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos indeseados, acerca de la conveniencia de respetar las recomendaciones y normas de seguridad vial o respecto a las medidas preventivas a adoptar al establecer contactos con desconocidos en la red.

Pues, ante los penosos e indignantes desfiles de modelos que tienen lugar en los últimos tiempos en las pasarelas judiciales de la corrupción nacional, y considerando la gravedad de los múltiples perjuicios políticos, económicos y sociales (erosión de la democracia, deudas públicas innecesarias, incremento de listas de espera en la sanidad, etc.) causados por el asentamiento de la deshonestidad en las instituciones democráticas de nuestro país, también sería muy conveniente educar desde la infancia sobre la necesidad de ser personas honradas y comprometidas con el progreso general.