Hoy (por ayer) volvemos a celebrar una nueva edición del Día Mundial de la Paz. Para la edición de este año, el lema escogido ha sido: Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz. Un reto muy actual en los tiempos que vivimos. Nos encontramos en un mundo que todavía padece escenarios de violencia, vulneración de derechos humanos y conflictos armados. Es evidente que las personas que se ven obligadas a huir de sus países de origen tienen el anhelo de lograr una vida mejor para ellos y para su familia. Y nosotros debemos tener en cuenta y ser conscientes de que tienen el mismo derecho que el resto de los humanos de disfrutar de los bienes de la Tierra, que es de todos. Resulta aterrador saber que en todo el mundo hay 250 millones de personas inmigradas -un total de 22 millones de refugiados-, un fenómeno que no para de crecer y continuará marcando nuestro futuro. Como señala el papa Francisco, se necesitan propuestas a favor de una migración segura, ordenada y regulada desde el diálogo y la coordinación. Para lograr todo ello, el Papa concreta cuatro acciones que permitan ofrecer la paz: acoger, proteger, promover e integrar. También apoya y alienta la iniciativa de las Naciones Unidas de conseguir a lo largo de 2018 dos grandes pactos internacionales que están sobre la mesa, uno sobre migración y otro sobre refugiados. Nosotros no lo podemos ver como una utopía irrealizable; la dignidad humana, la justicia y la paz en el mundo son una necesidad y tenemos que creer que es un objetivo que se puede conseguir. La situación de vulnerabilidad de tantas personas no nos puede dejar indiferentes.