El pasado domingo día 11, me encontraba con mi nieto de 8 años, como tú Gabriel, jugando en un parque de nuestra ciudad, distante muchos kilómetros de tu pueblo, llovía y jugábamos a limpiar cataratas, saltos de agua, y arquetas atascadas por el mucho barro que había, estábamos hasta arriba de barro y agua, pero los dos disfrutábamos con alegría porque al fin llovía en esta tierra tan necesitada de ella. En ese momento sonó el móvil y mi hija me daba la triste noticia de que te habían encontrado al fin, pero ... muerto.

Nadie en España lo quería, pero por tu desgracia también creo que nadie esperaba otro resultado después de trece días de tu desaparición. No le dije nada a mi nieto de tu fallecimiento, pues pensé que su madre se lo explicaría mejor que yo.

Inmediatamente dejamos de jugar y, cosa rara, no protestó por la interrupción del juego, cosa que hace siempre, ya que apura el tiempo hasta el máximo. Nos marchamos a casa casi sin hablarnos, a mí me había dejado helado la noticia.

Me entró temor Gabriel, pues a mi lado llevaba, bajo mi responsabilidad, un niño de tu misma edad, quizás tan espabilado y simpático como nos parecías tú, que eras un pedazo de cielo con esa sonrisa y esa mirada tan limpia y, me preguntaba, ¿cómo es posible que exista tanta maldad en una persona? ¿Cómo es posible que esa desgraciada mujer, con la que tu compartías momentos de tu vida junto a tu padre, haya podido ser tan cruel?

Durante días nos tuvo engañados a todos, pues daba la sensación que colaboraba en tu busca para que aparecieras pronto, simulando dolor y pena, hasta que cometió un error que dio a la Guardia Civil la pista que llevó a tu triste y desgraciado descubrimiento y, a su detención.

Gabriel, ahora solo nos queda pensar en tus padres, abuelos y demás familia y amigos. Ellos necesitarán mucha ayuda para pasar este terrible trance que se les ha venido encima. Tú verás, desde donde estés, que tienes una madre muy valiente y agradecida a todas las personas que han colaborado en tu busca.

Muchos miles de españoles hoy Gabriel, no nos acordamos de tus apellidos eres y serás siempre recordado como Gabriel ‘el pececito’, como lo reflejan los miles de correos y WhatsApp que estos días desfilan por las redes.

Termino mi carta justamente cuando finalizan tus funerales.

Recibe Gabriel un abrazo de un abuelo, que desde ya, cuando salga con su nieto, te tendrán presente en sus ratos de ocio.