Es necesario un nuevo plan hidrológico que sea capaz de enfocar las distintas vicisitudes a las que ya nos estamos enfrentando sobre las presentes consecuencias del cambio climático pero, sobre todo, a las que nos esperan en un cercano futuro. Estoy convencido de que hay suficientes y sobradamente preparados ingenieros y profesionales a los que, con un mínimo de inversión, se les ocurriría, por ejemplo, unir, en la medida de lo posible, los distintos embalses, de tal modo que, por ejemplo, cuando hubiera escasez de agua en el sur, se pudieran hacer trasvases de unos pantanos o presas a otros; o, cuando tenemos exceso de agua por la lluvia, en lugar de abrir las compuertas para liberarla, no se malgastara ni se perdiera inundando regadíos o poblaciones. No estaríamos hablando de un plan faraónico encomendado a grandes multinacionales que acabarían hinchando presupuestos y subcontratando continuamente. Cada comunidad autónoma podría construir una pequeña o mediana infraestructura de canales de hormigón, la que le correspondiera, para así disponer de una red eficaz de gestión de aguas y embalses. Hasta incluso la podrían diseñar estudiantes de posgrado, pues tampoco sería muy complejo, no como las complejas consecuencias que en el presente sufrimos por la falta de un nuevo plan hidrológico.