Después del exceletne reportaje de el Periódico Extremadura sobre Abadía y su palaciego edificio del siglo XVI (Sotofermoso), ahora en manos privadas, cuya leyenda está bien repleta de nombres reales, nobles, literatos, sólo queda ir volando a verlo.

No hay cartelería en la carretera, indicación especial --como ocurre en Granadilla, a un paso-- por ejemplo. Está cerrado, vetusto, deteriorado, amarilleándo al sol del atardecer, delante del valle de Ambroz, con un perrazo suelto. La entrada principal semejaba una antigua belleza y exquisitez con su escudo o corona encima y unas hojas verdes, ¿parras? Dos coches aparcados, un camino pedregoso para aproximarse a todo eso que es mucho eso para continuar de esa manera.

En el cercano hostal El guía del abad, sus amabilísimos dueños explican detalladamente y con grandes fotografías, su contenido interior, la historia de la historia.

Fue hermosa esa historia. Ocurrió aquí.

Sugeriría ponerse alguna vez manos a la obra para devolverle algo de lo que aquellas piedras tuvieron que ver, oír y sentir, para contárnoslo.