El ministro José Luis Ábalos, en unas declaraciones reciente, afirmaba que «lo del tren indigno no lo entiendo, porque es digno o no es tren, a estas alturas no creo que haya de apellidarse al tren».

Pues sí, señor ministro, como en muchas otras cosas de la vida, hay cosas dignísimas, dignas y algunas incluso indignas, suerte que estas últimas sean las menos con mucha diferencia.

Con los trenes pasa lo mismo, los hay muy dignos; aquellos AVE que hacen el recorrido de las principales ciudades de España a la capital, Madrid, en poco más de dos horas, con todo tipo de comodidades y casi nunca llegan con más de cinco minutos de retraso. Podemos mencionar las ciudades de Barcelona, Sevilla, Valencia y alguna otra más.

Hay trenes dignos, que unen otras capitales de provincias entre sí y también con Madrid, a menos velocidad que los anteriores, pero también con mucha comodidad y servicios. Que te invitan también a dejar el automóvil en casa. Se podría incluir a los trenes de cercanías que unen las barriadas y poblaciones de trabajadores de las grandes poblaciones industriales en esta categoría.

Y, señor ministro, hay trenes indignos a los que por desgracia hay que ponerles apellido, con mayúsculas. Estos trenes son los que recorren nuestras tierras extremeñas, tan españolas como todas las otras que disfrutan de las ventajas de tener trenes del siglo XXI, mientras los nuestros no han pasado en algunos casos la barrera del siglo XIX y que, con su lentitud y cúmulo de averías, ganaríamos tiempo si utilizáramos las carrozas tiradas por caballerías.

Menos mal, que disfrutamos de unas autovías, que sí podrían apellidarse de dignas, pero que también se pueden considerar de cortas o pocas, pues esta región nuestra es muy extensa y quedan todavía pueblos bastantes aislados.

De su ministerio, señor Ábalos, depende que esta situación cambie, no pedimos todavía que llegue el AVE, cosa que este octogenario no llegará a ver, pero sí se le puede exigir a su Gobierno y al de esta comunidad, que nuestros trenes se queden sin ese apellido que tampoco le gusta a su señoría y tengamos al fin unos trenes más rápidos, con mejores servicios y dignos.