El pasado mes de septiembre empecé mi último año de universidad y con él uno de los momentos más temidos por todo universitario: ser becario. Este puesto es sinónimo de horas de trabajo con una remuneración baja o inexistente, esfuerzos en vano para que algún superior te tenga en cuenta y la duda existencial de si, después de todo, conseguirás un contrato decente. Es cierto que las prácticas nos ayudan a incorporarnos en el mundo laboral y a aprender de la que, a veces, es la mejor escuela: la vida real. No obstante, también la empresa puede sacar provecho. Entonces, ¿por qué algunos negocios cierran los ojos ante el gran beneficio que un becario puede ofrecer? Hoy en día, con los mercados evolucionando a velocidades vertiginosas, las empresas deben estar siempre al corriente de las nuevas tendencias y trabajar para tener ideas frescas y creativas. Por esa razón, los becarios deberíamos ser valorados ahora más que nunca. Somos nosotros quienes tenemos una visión fresca del mundo real y nuevas ideas, nuevos puntos de vista y, por lo tanto, nuevas oportunidades. En definitiva, los becarios necesitamos que alguien confíe en nuestras ideas, las empresas necesitan de nuevas. ¿Nos ayudamos?