Escribo estas líneas el domingo 2 de septiembre. Hoy, al mediodía, mi hija ha tomado un tren con destino Cáceres. Se trata del que habitualmente hace el recorrido Huelva-Madrid. Al llegar a Mérida, y como consecuencia «de un problema», obligan a todos los pasajeros a bajarse del mismo y a cambiar de tren. Otro nuevo y triste episodio que demuestra el mal funcionamiento del transporte ferroviario en nuestra región. Realmente lamentable.

A pesar de ello, rápidamente me tranquilicé al pensar que todos nuestros representantes políticos, las organizaciones sindicales, empresariales, sociales y de toda índole que existen en Extremadura, auspiciadas por la Junta de Extremadura, con su presidente a la cabeza, convocarán urgentemente una multitudinaria manifestación en la plaza de España de Madrid «por un tren digno ya»; aunque en estos momentos quizás sea mejor en la plaza de Oriente, por aquello de la «memoria histórica», ahora que lo que más preocupa a nuestros gobernantes es desenterrar a la momia del dictador.

Pero, ¡ah no! ingenuo de mí, ya no es necesario hacer manifestaciones por algo tan simple como que los trenes no se averíen a mitad del trayecto, o que no se incendien en cualquier lugar, y no digamos para pedir un tren de alta velocidad. Hace tres meses logramos desalojar al PP del Gobierno de España y el objetivo está conseguido. Ya se han acabado todos los problemas, vivimos en un mundo feliz gracias a nuestros nuevos dirigentes, que todo lo hacen por el bien de los ciudadanos, y ciudadanas naturalmente.