Como es evidente, siendo la cabecera de una comarca que reúne condiciones tan favorables para su práctica, rodeada de dehesas y otros ecosistemas idóneos en este sentido, y con una población considerable desde hace ya bastante tiempo (en 1791 tenía censado 591 vecinos: casi 3.000 habitantes), Navalmoral de la Mata posee una larga tradición en el deporte cinegético (aunque, antes, a menudo era también una necesidad o complemento económico).De ese modo, tenemos pruebas de que era ya una actividad usual en la vida cotidiana morala de finales del siglo XVIII (de acuerdo con los Interrogatorios de D. Tomás López y el Censo de Floridablanca, ambos de 1787, o a través del Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura , de 1791), cuando en nuestra localidad se practicaba con bastante asiduidad. En esos documentos nos informan que las variedades existentes en las proximidades de Navalmoral se reducían a la caza menor (conejos, liebres, perdices, ánades y chochas), por razones obvias. Pero también frecuentaban nuestro entorno algunos lobos y bastantes zorras (y zorros), contra los que se efectuaban por esas fechas batidas dos veces al año (incluso en otras ocasiones, sobre todo cuando no hay trabajo o en días de fiesta); capturando anualmente unas 4 cabezas mayores de lobos\as, 10 lobeznos y 80 zorras, por los que abonan premios de los propios. Leemos en esas fuentes históricas que las fieras, al igual que los malhechores (ladrones), abundaban en las dehesas de San Benito, Centenillo (Salto de López y Fuente de la Reina) y las Lomas.En este caso apreciamos que aunque su término no es dominado por las fieras, apresan gran número de ellas. Las razones también son manifiestas: son capturadas en las dehesas limítrofes, sobre todo el término de Talayuela (el más extenso y variado, con muy poca población entonces debido al endémico paludismo).Durante todo el siglo XIX continúa practicándose la caza con regularidad, pero con escasa asociación (no he hallado aún ningún documento que lo confirme). Se regía por normas nacionales y municipales, respetando las vedas o paradas biológicas elementales, que realizaban de acuerdo con las bases de la ecología natural. GRANDES LATIFUNDIOSEn Navalmoral, al predominar hasta 1860 las tierras o bienes comunales (que fue cuando se lleva a cabo la desamortización de las fincas del municipio y de la Campana de la Mata), escaseando la propiedad privada, las decisiones para reglamentar y aprovechar la caza se tomaban colectivamente, sobre todo a través del municipio o del Concejo de la Mata. Pero, al pasar esos grandes latifundios a manos privadas en esa fecha y con ese proceso desamortizador, la cosa cambió a partir de entonces: desde ahora en adelante, serán las leyes y los nuevos dueños quienes decidirán cómo, cuándo y de qué modo se llevará a cabo la caza en las dehesas del Arañuelo. Incluso, en las tierras de propios (caso de la Dehesa Boyal), será el Ayuntamiento el que reglamento su uso en ese sentido.Y así continuó durante el primer cuarto del siglo XX, cuando ya tenemos más y concretos datos. En 1902 hallo que la caza abundaba en Navalmoral, con numerosas escopetas en el municipio, donde se vendían mensualmente varios kilos de pólvora y cartuchos de relleno. En ese mismo año, se prohíbe a los guardas usar escopetas de caza en el servicio, ante las quejas de los cazadores (que ven cómo los anteriores esquilman la caza).ABUNDANCIA DE ZORRASEn 1903 encuentro que se apresan numerosas zorras de la zona. Se premiaba su muerte: 7,5 pesetas por macho y 10 pesetas por hembra. También se capturan algunos linces, con 'premios' de 3,75 pesetas por cabeza.Un año después, en 1904, el concejal Zenón Sarró se convierte en el mayor expendedor de pólvora, dinamita, cartuchería y todo lo relacionado con la caza. Todos los envíos de la Unión Española de Explosivos se remiten a él durante este año, con un volumen considerable. En noviembre, en sólo dos batidas, se cobran 33 zorras y 2 linces por los que los cazadores obtienen una gratificación por su captura.Pero, como es natural, esta práctica nunca ha estado libre del furtivismo, que entonces se castigaba con duras penas.