Veinticinco años son toda una vida para una novela, especialmente, si está ambientada en los acontecimientos que convulsionaron Hispanoamérica tras la caída del presidente chileno, Salvador Allende, en el año 1973. Es la trayectoria de la novela La hora del barquero, que el escritor cacereño, Víctor Chamorro (Monroy, 1939) presentaba en la apertura de la Feria del Libro morala el pasado miércoles, y que ha sido galardonada con el Premio Café Gijón. Chamorro definió su obra como “una radiografía del terrorismo actual ”.

¿Qué busca con ‘La hora del barquero ’?

–Jorobar un poco al lector. Odio la novela que mima al lector, que no le provoca, que no le disgusta, que entiende la novela como un pasatiempo. Yo voy contra esa idea de novela, prefiero un texto que obliga al lector a pensar, y le pone en condiciones de enfrentarse a una realidad.

¿Por qué ha elegido este título para su libro?

–El barquero es una persona que te lleva de una orilla a otra;es una metáfora literaria. El personaje principal desea

que le pasen a la otra orilla, a la muerte, porque la tortura es tan dura, que desea morir.

¿Qué sensación quiere que tenga el lector una vez concluya la novela?

–No sé lo que dirá de mí si llega al final. Habrá colaborado conmigo, pues yo busco un lector activo. Muchos a lo mejor no pasan del ecuador de la obra, porque el lector está muy mal enseñado, acostumbrado a un lenguaje asequible.

Rebajamos el lenguaje y estamos haciendo una mala faena a la literatura. Pero yo creo que si pasa el ecuador de la

obra, llegará al final y conectará con esta historia.

Usted mantiene una relación extraña con las editoriales. Su última novela ha tardado en publicarse 25 años.

–Sí, ha sido una novela que ha estado danzando 25 años;se quedó en un cajón, y ha sido mi mujer quien la presentó al Premio Café Gijón. Sin duda, para mí, este galardón ha sido una sorpresa. Las editoriales piden una novela, que yo no hago. Yo busco la colaboración con el lector, su complicidad, quiero que se lo pase bien, pero también que la novela le obligue a pensar, a plantearse cosas.

Usted, además, es un escritor comprometido.

–Todos estamos comprometidos. Si te dedicas a la literatura. En una novela, en la que empleas un millón de palabras, si no expones ideas contra los males del sistema, te conviertes en un pintor de cámara, y además haces una flaca faena a la literatura. Yo si me pongo a escribir es para contar las falsedades que tiene el sistema.

¿Quiénes son sus escritores favoritos y aquéllos que más han influido en su obra?

–Fundamentalmente,los autores rusos, y entre los españoles, Ramón J. Sénder y Pío Baroja.

Usted tiene una doble vertiente, es hombre de letras y hombre de leyes.

–Sí, estudié la carrera de Derecho, porque mi padre me dijo que tenía que aprovechar los libros de mi hermano; en aquella época, te daban estudios y ya te podías callar.Yo no llegué al Derecho por vocación, hice cursos de adaptación y me he dedicado 30 años a la enseñanza. Sin embargo,la universidad no me ha enseñado gran cosa. Todo lo que sé, lo he aprendido en las novelas. Hoy en día, la universidad, más masificada todavía, es una fábrica de expender títulos. ¡Cómo en ese ambiente se puede establecer la relación profesor-alumno!

Extremadura es un elemento muy presente en su obra.

–Yo he nacido aquí, y es mi deber hablar de mi tierra. En mis novelas, los argumentos se basan siempre en historias de mi tierra, que es lo que he respirado desde niño.

¿Qué relación mantiene con Navalmoral de la Mata?

–He estudiado mucho sobre este pueblo, y además tengo grandes amigos; Teófilo González Porras me ha presentado la historia de Navalmoral.He venido a dar charlas, al pregón de san Miguel...