Estamos en plena Navidad, un kic-kat casi obligado en el asunto político, por lo menos a nivel local. Sobre todo si tenemos en cuenta que los partidos se están preparando para recibir el año 2003, que es año electoral. Comenzando, pues, el 2003 y tras habernos tomado las uvas de rigor al son de las telecampanadas, habiendo echado ya unos bailes y unas copas, unos en el cotillón municipal o en otros cotillones y los más jóvenes a su bola en pubs y locales habilitados para la Nochevieja, ha empezado la carrera política hacia el gobierno de los ayuntamientos y en la mayoría de las Comunidades Autónomas hacia el gobierno de las mismas. A pesar de que ya llevamos algunos meses de claro ambiente preelectoral, a partir de ahora nos esperan unos meses verdaderamente ajetreados, de largas reuniones para confeccionar las listas, declaraciones y conferencias de prensa, elaboración de los programas electorales, estratagemas diversas y el sin fin de rumores habituales en todos los periodos preelectorales, unos levantados intencionadamente persiguiendo un determinado objetivo político y otros espontáneos. Tiempos muy duros, sin duda, sobre todo para los políticos en activo, que entran (o entramos) en un periodo estresante y de cierta esquizofrenia colectiva para ver quien sale primero en la carrera, quien ofrece las mayores novedades, quien promete las mejores y más originales genialidades para solucionar a nivel local la crisis cuya solución sin duda se escapa a los ayuntamientos, a las Comunidades Autónomas y si me apuran hasta al propio Estado, cuyo Gobierno sólo tiene la opción de gestionarla de mejor o peor manera para la mayoría de los ciudadanos intentando paliar en mayor o menor medida los efectos de la misma, y para ver quien finalmente se lleva el gato al agua. Entramos en una vorágine de actuaciones, la mayoría de cara a la galería, declaraciones, preguntas a los distintos gobiernos sobre temas concretos de su gestión para arrimar en cada caso el ascua a nuestra sardina. Asistiremos a postulaciones espontáneas como candidato, a opiniones gratuitas sobre quien debería ser el candidato de unos y el candidato de otros y a la elaboración de cuantas listas municipales como pequeños foros de debate surjan a la hora de las cañas. Cuando conozcamos las listas oficiales que se presenten, comenzaremos la etapa de forenses aficionados y empezaremos a diseccionar las candidaturas, sacando a los que no nos gustan y metiendo a los que nos parezcan oportunos. Yo hubiese puesto a fulano y hubiese sacado a mengano que tiene muy mala imagen. No faltarán los santones regionales, provinciales y locales, unos incluidos en listas y otros apartados de las mismas, los primeros cantando las bondades de las mismas y los segundos criticando hasta lo de la callejina. No importa que antes hayan criticado los primeros y hayan defendido las opciones de las que finalmente se verán apartados los segundos. Lo que importa es que los primeros irán en listas y los segundos se retirarán a sus cuarteles de invierno en espera de que lleguen otras primaveras o simplemente cambiarán de opción a última hora o, incluso, montarán la suya propia, naturalmente siempre en el convencimiento de estar en posesión de la verdad y nunca yendo contra su partido original, sino contra el terrible error de los dirigentes del mismo. Igual hasta aparecen los ilusos que, desde el convencimiento de que tienen gran predicamento entre los vecinos y unas magníficas ideas para solucionar tal o cual problema, intentarán aventuras estériles que para lo único que sirven es para enturbiar los resultados electorales y hacer bastante más difícil y complicada la gestión municipal a uno de los dos partidos que irremediablemente, con mayoría absoluta o sin ella, con pactos o sin pactos, con un candidato o con otro, gobernará el ayuntamiento moralo.