Hace unos tres años, creo recordar, me apunté a una de las dos televisiones digitales que pululaban por el país con el fin de pillar programas en inglés para mis alumnos. Después de convencerme que había elegido erróneamente, y que, sobre todo, mi tiempo no me permitía disfrutar de su peculiar programación, decidí dejar pasar un tiempo antes de darme de baja en dicho canal. Cuando le comenté al instalador dicha decisión, me avisó del lento proceso al que tenía que someterme antes de que efectivamente viniesen a casa a levantar to la parafernalia del canalcito.Un día, cuando tenía más que olvidao el tema, recibo una llamada telefónica.Una señorita, en tono amable, me bombardeó a preguntas, algunas de las cuales rayaban la mala educación. "Oiga, que el canal está muy bien, pero que no tengo tiempo de ver la tele", le insisto. "De todos modos no le retiramos el equipo por si en un futuro cambia de opinión", me requeteinsiste. Recibo una carta haciéndome saber que un instalador de ¡¿Talayuela!? pasará en breve a recoger tos los aparatos.Ayer mismo, día 11, otra carta de la distribuidora de televisión digital me deja atónito y a la vez con un mosqueo de tres pares. Directamente me amenaza con iniciar acciones judiciales si en un plazo improrrogable de diez días no procedo a la "devolución de los equipos de su propiedad que indebida e ilícitamente retiene". La carta acaba con una lindeza: "Por último, como compensación para el caso de que Vd. no proceda a la devolución de los equipos,.... podrá proceder a reclamarle la cantidad de TRESCIENTOS SESENTA EUROS CON SESENTA Y UN C|éENTIMO".Un detalle más del clásico esperpento patrio que nos invade sin control.¡Si viviésemos en Arkansas se iban a enterar estos digitalitos de lo que vale un peine!