Don Antonio Concha, conocido benefactor de Navalmoral de la Mata y a cuya generosidad debemos la existencia de una importante biblioteca y las escuelas que llevan su nombre, contaba entre sus propiedades la finca cercana a esta población- dividida en otra época y en la actualidad por la carretera que va a Peraleda de la Mata- de nombre 'Las Casasolillas' y bautizada con posterioridad como 'La Huerta Concha' o 'El Borbollón', este último apelativo debido a que el agua de los manantiales que en ella se encontraban salía a borbotones. Pocas personas conocen la existencia del manantial curativo de 'El Borbollón'. Quizá los vecinos más ancianos de la zona, aún recuerden la casa que albergaba los baños y de la que la actual propietaria de la finca, María Isabel Moro, conserva la imagen que acompaña estas líneas. Puede que estos hablasen a sus hijos de este agua 'milagrosa' que sanaba algunas enfermedades y a cuya busca acudían personas desde diversos puntos de la geografía española ya que a sus oídos habían llegado noticias de su ubicación y propiedades y deseaban un remedio para sus males. Pero es posible que la tradición oral no haya trascendido mucho más. Gracias al valioso testimonio de la heredera de aquellas tierras y de dos de los hijos de los guardas que entonces la custodiaban, Wenceslao Marcos y su hermana Aúrea, cuya infancia y adolescencia transcurrió en este paraje natural podremos conocer un poco de la historia de aquellos baños ya desaparecidos. A María Isabel Moro le contaron cuando era una niña que las propiedades curativas del manantial se descubrieron por una curiosa coincidencia. Según sus palabras "una muchacha tenía los ojos enfermos y se los refrescaba con el chorro que brotaba de entre dos piedras, que no tenía muy buen olor - quizá algo desagradable pues es similar al de los huevos hueros - pero era fresco y le aliviaba su dolencia. Sus ojos sanaron y comenzaron a cuestionarse si no sería gracias a este agua tan peculiar con la que los lavaba". Desconoce la veracidad de estos hechos y si fue de este modo que se puso de manifiesto las cualidades del manantial, pero es la única referencia que tiene sobre su hallazgo. Poco después se crearon las instalaciones, que albergaban en principio dos bañeras, un depósito y las calderas para calentarla. Miguel Marcos Marcos, comenzó su labor como guarda de la finca en el año 1917. Se instaló allí con su familia como era la costumbre, y entre sus cometidos se encontraba preparar los baños para aquellos enfermos que solicitasen su utilización. El caudal era pequeño por lo que era necesario tener un depósito del que posteriormente extraer el preciado líquido para llenar las bañeras, cuyo contenido había sido calentado con antelación en una caldera. La afluencia de visitantes fue cada vez mayor y se vieron en la necesidad de añadir cuatro bañeras más. Cada una estaba situada en una especie de habitación que preservaba la intimidad del paciente. "Llegaban en carros y acampaban en la finca durante los días que duraba el tratamiento" comenta Wenceslao, de ochenta y siete años, que era entonces un chiquillo pero aún recuerda con claridad la curiosidad que sentía ante la llegada de forasteros. Sonríe al narrarme el paso por la finca de uno bastante peculiar "era vegetariano y durante el tiempo que estuvo con nosotros vivía de la huerta, sobre todo de higos y tomates. Tenía un pasado muy curioso ya que procedía de Guadalupe pero había hecho las Américas. A su regreso toda su familia lo esperaba con los brazos abiertos presumiendo que regresaría con una gran fortuna, pero cual fue su sorpresa al descubrir que tan sólo tenía un baúl lleno de libros.Un día nos ayudó a apagar un incendio que se levantó en la fuente La Olla y colaboraba en la recolección".

EL LÍQUIDO MILAGROSO

Enfermedades de la piel, reuma, dolor de estómago - "mi abuelo, Julián Moro, la bebía y decía le aliviaba los ardores", recuerda Maria Isabel -, fueron muchos los que se marcharon agradecidos y contentos de haber podido superar unos problemas para los que parecía no existir remedio. Aúrea Marcos, con sus noventa y seis años y una memoria lúcida apunta que "para bañarse había dos turnos, uno por la mañana y otro por la tarde. El depósito se llenaba por las noches, que era cuando no se utilizaban las bañeras", a lo que añade, "mi madre, Dolores, me contaba que teniendo pocos años le brotó una erupción por el cuerpo, y su tío, que era cochero de Don Antonio, cavaba un hoyo en el suelo, donde sabía que corría el manantial y la bañaba en él para que la desapareciese". Cada baño- recuerdan-" costaba seis reales, pero no había ánimo de lucro, sino voluntad de ayudar a las personas que allí acudían buscando solución para sus males". De hecho, llegó un momento en que, dada la fama y renombre que alcanzaron, se exigió la presencia de un médico que supervisase y estuviese al cargo, inversión que a los entonces propietarios no les interesó ya que no pretendían hacer de ello un negocio y el caudal del manantial era escaso y no permitía ampliar mucho más su uso. Ante la imposibilidad de continuar como hasta la fecha en que se exigió un mayor control, los baños se cerraron. La Guerra Civil se encargó de destruir parte de las instalaciones, desaparecieron los grifos y se arrancaron bañeras y puertas. El paso del tiempo y el vandalismo se encargaron del resto. La antigua casa cercana a las ruinas de la Torre de San Gregorio, que sobrevivió al conflicto bélico, se convirtió en una ruina más a cuyo abrigo acudían vagabundos. Un ala de su fachada fue derribada por orden de los propietarios, dejando a la intemperie el antiguo depósito y el manantial que aún sigue vivo y no se seca nunca, aunque haya épocas en las que disminuye. "Personas de ciudades lejanas como San Sebastián, que conocen su existencia por sus antepasados me han llegado a solicitar que les envíe alguna botella y he accedido gustosa a su petición - aclara María Isabel - y no tengo inconveniente en permitir el acceso al manantial a aquellos que lo necesiten y me lo soliciten, a los que sigan confiando en las propiedades curativas de este agua de 'El Borbollón'". Quizá si las circunstancias y posibilidades hubiesen sido otras podríamos contar con un balneario en el Campo Arañuelo del rango y características de otros famosos en la comunidad, y ya que no ha sido posible. Espero que este relato basado en la veracidad de unas vivencias lo rescate del olvido.