En la rutina diaria de lunes por la mañana con tostadas y café frío, madrugón y vuelta al tajo tras el fin de semana, la mirada del jefe y sus "buenos días" con sorna -dos terrones, gracias-, son ellos los únicos que se prestan al esfuerzo de entender nuestro mal humor. "Ellos son nuestros psicólogos", asevera un parroquiano que remueve su cortado con la mirada perdida en la prensa deportiva y la sonrisa puesta de lunes; agridulce pero esperanzada.El camarero ha limpiado la barra antes de que tome asiento, le ha ofrecido el periódico, "¿qué te pongo, lo de siempre?" y se ha acodado frente a él para restregarle el gol del equipo rival del día anterior y escuchar lo que tenga que decir al respecto, que será mucho, y que desembocará, sin saber muy bien por qué, en una conversación intensa acerca del clima, los problemas laborales y la última decisión política del gobierno entrante. Todo culminará como siempre: con chiste verde y carcajadas que rompen la escarcha de otra mañana gris de trabajo.El camarero, en la barra de un bar o en la mesa de una terraza, ofrece café y confesión por un euro, caña con tapa y mucha paciencia, a veces, sin recibir demasiado a cambio. La sacrificada profesión de hostelero, desde el dueño de un pequeño bar hasta el cocinero de un importante restaurante, necesita el reconocimiento de un trabajo arduo y poco gratificante en muchas ocasiones, "muy sacrificado", pero muy necesario para asegurar nuestro esparcimiento en la sociedad frenética y estresante en la que vivimos.Por esta razón, la comisión organizadora de Santa Marta 2004, ha concedido, con motivo de las fiestas de este año, placas conmemorativas a varios de los compañeros del sector en reconocimiento de su experiencia y trayectoria profesional.UNA VIDA, UNA PROFESIóN"Todos los días se aprende algo nuevo". Entre el calor de los fogones, Luis Martín que fue pinche de cocina hace 31 años, extrae esta positiva reflexión de su trabajo como cocinero, hoy reconocido por su trayectoria por restaurantes de Navalmoral, desde La Bamba al Mesón Extremadura pasando por La Parrilla. Florián Sánchez también ha recorrido algunas de las más importantes cocinas de nuestra localidad en sus 37 años de profesión. Se inició fregando platos para mudar luego estropajos por sartenes; "hay que intentar ofrecer siempre algo distinto", dice Sánchez, y lo intenta en cada plato que prepara para La Taberna del Loco.Una dilatada experiencia es algo que comparten todos los galardonados este año, pero sus apreciaciones acerca del trabajo que realizan varían tanto como el estilo que intentan proyectar en sus locales. "Con el Bianco marcamos una época porque hasta entonces no había pubs", explica Juan Carlos Jiménez, que asegura que no le gusta nada esta profesión tan sacrificada, aunque lleva en ella desde los 13 años. Empezó como otros tantos, obligado por las circunstancias, al igual que José Luis Rodríguez que, pese a todo, valora la oportunidad de conocer gente que le ofrece servir tras de una barra.PROFESIONALIDADFlorián Sánchez Beltrán, Luis Martín Curiel, José Antonio Jiménez Brasero, Susi Muñoz Sanz, Apolinar Calero Palomo, José Luis Rodríguez Rosas, Amancio Martín González, Manuela Abad Suárez, Juan Carlos Jiménez Barquilla, Candi Díaz Campos, Luis Serrano Moreno, y los distribuidores Ceballos y Gutiérrez Crespo recibieron el pasado lunes el reconocimiento de sus propios compañeros por toda una vida dedicada al mundo de la hostelería.En la mañana de un lunes cualquiera, el café caliente humea sobre la barra, y huele a bollos y a tostadas recién hechas. Por un euro, conversación trivial que descarga penas, dos azucarillos, y el desahogo de ir al trabajo con el estómago calmado y la conciencia más tranquila. Ellos quedan limpiando los vasos, preparando las tapas para que podamos volver, al mediodía, con los compañeros a comentar entre risas la jugada del último expulsado del partido de ayer en Gran Hermano.