En 1978, el ya célebre creador de The Spirit publicó Contrato con Dios, donde en las primeras páginas, el protagonista, bajo una lluvia torrencial, vuelve a su casa en el Bronx cabizbajo y devastado tras enterrar a su hija. Una escena, confesó mucho después, que exorcizaba la muerte de su propia hija y mostraba la indignación que sintió al no entender cómo Dios permitió aquella tragedia. El resto era ficción, pero aquella historia convirtió a Will Eisner (1917-2005) en el padre de la novela gráfica y en leyenda del cómic de cuyo nacimiento ayer lunes se cumplió un siglo.

Porrque el neoyorquino, que aquel 1978 había superado los 60 años y era un referente del medio con una carrera de éxito y reconocimiento a sus espaldas, hizo realidad, con Contrato con Dios (que llevará al cine Barry Jenkins, director de Moonlight), algo que ya le rondaba desde sus inicios («los cómics eran el embrión de un nuevo medio artístico... la novela ilustrada», escribió en 1941): hacer un cómic de temática adulta y pensado para ser distribuido en librerías generalistas, mano a mano con las obras literarias, algo distinto del popular cómic de grapa, barato y vendido en tiendas especializadas y mayoritariamente de superhéroes.

Y ya desde la portada acuñó el revolucionario término de «novela gráfica», dos palabras que pretendían sacar al cómic de los nichos de entretenimiento y lectura para niños y jóvenes para prestigiarlo entre los adultos y que, como él mismo pregonó, fuera «aceptado por la crítica como un medio artístico más, como una forma de literatura popular respetable» porque «la historieta es un medio único en su género, con estructura y personalidad propias, que puede tratar cualquier tema, por intrincado que sea».

Además de una exposición en el Salón del Cómic de Barcelona (del 30 de marzo al 2 de abril), Norma, la editorial en la que pueden encontrarse todas sus obras, celebra el centenario reeditando La narración gráfica, manual de referencia junto con El arte secuencial; Contrato con Dios (en julio), y la publicación, en junio, de Will Eisner. Maestro de la novela gráfica, completo estudio ilustrado de Paul Levitz sobre el artista y su obra y, en octubre, de Las obras perdidas de Will Eisner, las primeras tiras cómicas, descubiertas por un coleccionista.

Tras Contrato con Dios, Eisner publicó unas 20 novelas gráficas más, algunas reunidas en volúmenes como Nueva York (El edificio, Apuntes sobre la gente de ciudad, Gente invisible…), ambientadas en su ciudad natal, o el autobiográfico La vida en viñetas (El soñador, Las reglas del juego, Viaje al corazón de la tormenta...). Son historias enmarcadas en la América urbana que él, nacido en Brooklyn y criado en el Bronx, en una familia de inmigrantes judíos, quería que se vieran reales. Relatos sobre la condición humana, con personajes que intentan cambiar su destino; en opinión de Neil Gaiman, «gente lastimada y magullada que, con optimismo o desesperación, camina hacia la tumba, ya sea sola o en compañía».

Antes de Contrato con Dios, con apenas 20 años, en 1937 abrió un estudio con Jerry Iger, donde trabajaron genios de los superhéroes como Bob Kane y Jack Kirby. Y, siendo uno de los pioneros en conservar los derechos de sus creaciones, en 1940 nació en la prensa dominical The Spirit, bajo cuyo antifaz y traje azul se amaga el detective privado Denny Colt, al que se da por muerto y que renace como justiciero enmascarado que lucha contra el crimen en la ficticia Central City. Según Eisner, la serie se convirtió en «una orgía de experimentación» para lanzar todo lo que se le «pasaba por la cabeza»: nuevas técnicas narrativas, encuadres cinematográficos, claroscuros y la mezcla de género negro y humor.

Eisner, cuyo nombre llevan los considerados Oscar del cómic, que entrega cada año la Comic Con de San Diego, ha sido reverenciado por grandes del medio como Alan Moore -«es el principal responsable de que el cómic tenga cerebro»- o Frank Miller -«es, y seguirá siendo, uno de mis preciados ídolos»- y por escritores como Michael Chabon -«es único por haber intuido desde el principio que los cómics no tenían por qué ser una forma de arte odiada, bastarda, barata y menospreciada, y que tenían el potencial de ser arte de verdad»- y John Updike -«estaba más que adelantado a su tiempo; el presente aún está intentando alcanzarle»-. Nada más cierto, pues el propio Eisner auguró: «Estoy convencido de que el contenido de las historias será el combustible del futuro de los cómics».