Mayor de Cárdenas, de 26 años, fue condenada a pasar el resto de su vida en la cárcel por haber circuncidado a su hijo. Así lo determinó el tribunal de la Inquisición de Llerena. Su caso es uno de los que ha documentado el investigador histórico Fermín Mayorga en Los moriscos de Hornachos crucificados y coronados de espinas (Cultiva), que se publicará a mediados de abril.

Especialista en la Inquisición de Llerena, que actuó contra judíos y moriscos en el contexto de la España de los Austria, Mayorga restituye las vidas de un puñado de hornachegos que hostigados y denunciados por su condición de moriscos (es decir, españoles musulmanes) fueron finalmente expulsados de España en el 1609, hace 400 años.

La población de Hornachos, al sur de Badajoz, era prácticamente en su totalidad morisca desde hacía años y mantenía comercio con otras localidades moriscas de España.

Mayorga documenta en su libro casos de personas contra los que, tras denuncias, actuó a finales del siglo XVI el tribunal de la Inquisición, que se encargaba de asegurar la pureza de la fe cristiana y, por tanto, perseguir a quienes practicaran otros cultos. El caso de Mayor de Cárdenas es significativo del procedimiento de actuación de este tribunal.

La denuncia

La denuncia contra Cárdenas fue efectuada por dos hombres que habían visto circuncidado al hijo de ella. Una vez encarcelada, la mujer negó reiteradamente los hechos y aseguró que el niño había nacido así. Sometida al potro de tortura, que, mediante cuerdas, tensaba brazos y piernas del torturado provocándole un dolor extremo, la mujer confesó y el tribunal dictó su encarcelamiento a perpetuidad.

La mancha de su culpa era subrayada por la Inquisición colgando el denominado sambenito (una ropa que infamaba a quien la llevara puesta, como sucedió con esta mujer) en la iglesia de donde procediera el reo. De este modo se extendía la condena a sus descendientes a perpetuidad. De hecho, se mantuvo hasta la extinción del Santo Oficio en 1834.

El asedio insistente a la población morisca en territorio español culminó en 1609, cuando Felipe III firmó un decreto de expulsión de España. Unos 2.000 habitantes de Hornachos fueron desposeídos de sus propiedades y echados. En un primer momento, su destino era el norte de Africa, pero las matanzas que iba cometiendo la población árabe contra los primeros moriscos españoles a medida que iban llegando, obligaron a España a conducirlos a Francia y Sicilia.

Pero, "los árabes se dieron cuenta de que los moriscos eran útiles y cultos, y podían emplearlos como mano de obra barata", según Mayorga, lo que explicaría que habitantes de Hornachos se establecieran en una antigua fortaleza de un barrio de Rabat. Ese territorio propio fue conocido como república de Salé.

Desde allí actuaron como piratas asaltando la flota española del Mediterráneo, "en venganza por lo que les había sucedido". Saquearon barcos, secuestraron gentes, "algunos extremeños", que intentaban canjear por dinero (plata).

En Hornachos, al concluir las expulsiones, quedaron unos 200 habitantes, cristianos viejos. Restituir una historia poco conocida, ha sido uno de los impulsos de Fermín Mayorga (Cheles, 1965). "No se trata de una leyenda negra sino de pura historia, refrendada por documentos", que aporta en su libro.