El diestro jienense Palomo Linares, de 69 añosfalleció ayer lunes a las 17.13 horas de esta tarde en Madrid a causa de una hemorragia cerebral, consecuencia del postoperatorio de la cirugía cardiaca que le fue practicada el pasado viernes, según informaron desde el hospital Gregorio Marañón, donde fue intervenido. Palomo Linares fue aprendiz de zapatero, matador de toros, figura de la década de los setenta, actor de cine, ganadero, afamado pintor y personaje de la crónica social.

El empresario y apoderado del torero durante toda su carrera, José Luis Lozano, comunicó que la capilla ardiente abrirá hoy a las 09.00 horas de mañana en el tanatorio La Paz de Alcobendas (Madrid) y a las 20.00 horas de este mismo día sus restos mortales serán incinerados. Sus cenizas se esparcirán en la finca El Palomar (Seseña, Toledo), propiedad del diestro y su residencia habitual.

El estado del torero, desde el momento de la operación, era muy delicado y tras derrame se encontraba en estado de muerte cerebral. De ahí diversos medios comunicaran ya por la mañana su fallecimiento, lo que un portavoz sanitario desmintió. Si bien el óbito llegó horas más tarde.

FENÓMENO DE MASAS / Sebastián Palomo Martínez, Palomo Linares, nació el 27 de abril de 1947 en Linares, Jaén, en el seno de una familia muy humilde --su padre era minero-- sin antecedentes taurinos. Fue aprendiz de zapatero pero desde muy niño se vio atraído por el mundo del toro. En la plaza de Vistalegre se vistió por primera vez de novillero el 20 de junio de 1964. Desde ese momento, y apoyado por los hermanos Lozano, inició una carrera triunfal. Se despidió como novillero en Zaragoza el 15 de mayo de 1966, tomando la alternativa el día 19 en Valladolid, de manos de Jaime Ostos y en presencia de Juan García Mondeño. La confirmación de alternativa en Las Ventas llegó el 19 de mayo de 1970, un día en que ofició de padrino Curro Romero y de testigo Juan José.

Zaragoza también volvería a ser un jalón destacado en su trayectoria, ya que en La Misericordia, en octubre de 1977, sufrió una de las peores cogidas de su carrera.

Palomo Linares no fue un torero cualquiera, siempre mantuvo un sello de distinción basado en el valor, la raza y la espectacularidad de su concepto, muy alejado de la ortodoxia y el clasicismo, pero que hizo que siempre tuviera una legión de partidarios.

Era inevitable compararle con Manuel Benítez, El Cordobés; de hecho formaron pareja artística en lo que se dio a conocer «campaña de los guerrilleros», con la que acordaron torear siempre juntos en la temporada de 1969, manteniendo así la independencia de los empresarios.

Esta fórmula mediática le sirvió para convertirse en todo un fenómeno taurino y social de la época. Tanto, que emuló también al Cordobés haciendo sus pinitos en el cine con películas como Nuevo en esta plaza, en 1966, y dos años después, junto a Marisol, Solo los dos.

Pero el hito que más marcó su carrera, y posiblemente su vida, fue el histórico y polémico rabo que cortó al toro Cigarrón, de Atanasio Fernández, el 22 de mayo de 1972 en Las Ventas, convirtiéndose en el décimo y, hasta la fecha, último diestro en lograr los máximos trofeos de un astado en Madrid.

Su noviazgo y posterior boda, en 1977 con la modelo colombiana Marina Danko, y los nacimientos de sus tres hijos, coparon las portadas de los medios rosas de la época, como también su divorcio en 2011 y el inicio de una nueva relación con la juez Concha Azuara.

Los últimos años de su vida los dedicó en cuerpo y alma a su otra pasión, la pintura, una disciplina que siempre ha acompañado su vida. De hecho, la pasada semana se inauguró en Boadilla del Monte una exposición sobre su obra, formada por cuadros abstractos y expresionistas.