Esta semana es obligado hablar de un espacio que se ubica en la cabecera de la comarca del Valle del Jerte, que va a ser protagonista las próximas semanas con el cerezo en flor, y la fiesta que este año estrena el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Nos situamos, por tanto, en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, que se encuentra en la porción de la cabecera del Valle del Jerte comprendida entre la cuerda del Gran Macizo Central de Gredos y el arroyo de Putopadre, en las cercanías del poblado de Cabezuela del Valle, y en la anchura que establecen entre estos límites el propio río Jerte y la cuerda de la sierra de Tormantos, ocupando una extensión de 6400 hectáreas.

Es la puerta de entrada a la Comunidad Autónoma de Extremadura desde la provincia de Avila, un verdadero balcón al encajonado valle que se abre posteriormente a la penillanura cacereña y que se reparte entre tres términos municipales: Tornavacas, Cabezuela del Valle y Jerte.

Esta es la única reserva natural existente en la actualidad en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Extremadura. Fue declarada como tal en 1994, mediante decreto, donde queda recogida la descripción precisa de sus límites. En atención a sus valores naturales, especialmente los hábitats de montaña, la reserva de Garganta de los Infiernos forma parte del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) denominado Sierra de Gredos y Valle del Jerte, propuesto por la Comunidad Autónoma de Extremadura para su inclusión en la futura Red Natura 2000.

El LIC, con más de 74000 has. de superficie, incluye todo el macizo de Gredos y sus principales valles. La diferencia de altitud existente en la reserva natural, que alcanza los 630 metros en la cota más baja, hasta los 2342 en el pico Angostura, hace posible que estén representados varios pisos bioclimáticos a los que están asociados diferentes tipos de vegetación y fauna.

Fauna

Las aves forestales están muy bien representadas, como es el caso del halcón abejero, águila calzada, azor, gavilán, búho chico, pico picapinos, pico menor, oropéndola, zorzal charlo, trepador azul, agateador común, mosquitero papialbo, petirrojo, arrendajo o pinzón vulgar.

En los pastizales y matorrales montanos las aves más características son acentor alpino, acentor común, pechiazul, curruca tomillera y collalba gris.

En los roquedos nidifica el águila real, alimoche, buitre leonado y halcón peregrino.

En el caso de los mamíferos, merecen especial mención la cabra montés, únicamente presente en la región en las cumbres de Gredos y considerada un importante recurso cinegético, así como el desmán de los Pirineos y la ratilla nival, especies cuyo límite de distribución más meridional se encuentra en estas montañas.

En las claras aguas de sus ríos, especialmente en los tramos más bajos, aparece la nutria, relativamente frecuente en la reserva. Los ríos presentan una gran riqueza piscícola, destacando la trucha, que ocupa los tramos con aguas más frías y oxigenadas. En los tramos medios y bajos aparecen bogas, barbos y calandinos.

Flora

En las zonas más bajas, aún con influencia mediterránea, se encuentran encinas, mezcladas con bosquetes de roble melojo y alcornoques, estos últimos muy escasos en la zona, siendo las especies acompañantes el brezo, escoba, la retama, el cantueso y el majuelo.

A medida que ascendemos, los encinares desaparecen progresivamente y desde los 600 metros hasta los 1000 metros de altitud, el estrato arbóreo está dominado por los robles melojos, que cubren extensas laderas de las sierras.

En algunas zonas los robledales fueron sustituidos por castañares por la intervención del hombre, dando lugar a formaciones de gran belleza paisajística, especialmente durante la otoñada y también de alto interés ecológico por aportar alimento a la fauna silvestre durante el invierno y refugio en su maraña de ramas y oquedades.

Los robledales comparten el sustrato con otras especies arbóreas y arbustivas como el quejigo, el fresno, el serbal de los cazadores, el madroño, el endrino, el acebo o el durillo.

Algunas especies trepadoras, como la nueza blanca, la nueza negra, la hiedra o la madreselva son frecuentes también en los robledales, así como los helechos.

Por encima de los 1000 metros, allí donde el clima y el suelo limita en gran medida el desarrollo de los bosques, aparecen los piornales, matorrales muy adaptados a las duras condiciones de la montaña, capaces de resistir las nevadas y los fríos intensos.

Junto a los piornales, que se muestran a veces muy degradados por el fuego, aparecen brezos, codesos, escobonales y enebros rastreros.

En las cumbres más altas la única vegetación que puede resistir tan duras condiciones ambientales son los pastizales, denominados aquí cervunales por la presencia de una gramínea llamada cervuno, muy valiosa como alimento para el ganado, generalmente acompañada de una variada cohorte de herbáceas favorecidas en parte por la destrucción de los piornales para su uso ganadero.

Los roquedos de las cumbres, donde la nieve puede persistir durante varios meses, es el dominio de los líquenes y musgos, que colorean de un modo peculiar las grises pedrizas.