En el reproductor de CD que tiene Alejandro Sanz en Miami lleva meses atascado el último disco de Leonard Cohen. La anécdota doméstica ilustra, mejor que ninguna otra, el aire que respira el nuevo trabajo del cantante madrileño, El tren de los momentos , que sale hoy a la venta. Salvadas todas las distancias con el cantautor canadiense, es un hecho que Sanz ha decidido coger el camino que lleva a la introspección y el intimismo en su regreso a las tiendas de discos.

Crudas, directas y con escasísimos arreglos, así suenan sus 10 nuevas canciones, entre las que abundan las baladas y los tiempos lentos. "Deseaba volver a la balada, es la forma más mía de contar las cosas", justificó ayer.

La tecnología es un arma de doble filo. Puede volver loco a un autor, pero bien usada dispara las posibilidades creativas del que la maneja. Sanz se ha apuntado a este último carro. Después de montar un estudio de grabación en su casa, se ha pasado el último año y medio dando vueltas con las bases, loop y las pistas, "a razón de 16 horas diarias". El resultado de esa inmersión sonora fueron 30 canciones, de las que 10 han llegado al disco, que terminó de grabarse en Bahamas, México y Madrid.

Ventajas del uso casero de la tecnología: "Mi sueño es que mis canciones suenen como las tengo en la cabeza, pero habitualmente pasan por tantas manos, que cuando llegan al disco no se parecen en nada a mí. Esta vez, al hacerlas enteramente en casa, he logrado evitarlo", señala el autor, cantante y esta vez también productor musical.

A sus 38 años, después del abrumador éxito de su último trabajo, No es lo mismo (2003), y tras sufrir recientemente algunos zarpazos biográficos (en este intervalo murió su padre y se separó de su mujer, la modelo mexicana Jaydy Mitchel), Sanz parece estar viviendo una etapa experimental. Puesto a jugar, hasta su forma de componer ha sido en esta ocasión todo un descubrimiento para él. "Es la primera vez que compongo sin papel. Me ponía con la guitarra e improvisaba la letra sobre la base musical. Así he logrado que afloren mis sentimientos de manera más natural e inconsciente".

DESAMOR Y DENUNCIA Sus letras, entre desgarradas y melancólicas, viajan al desamor, pero también visitan la denuncia social. "Pero yo no escribo sobre mí", advierte contra quienes busquen lecturas biográficas en A la primera persona, el primer sencillo del álbum, donde hace una descarnada petición de socorro afectivo: "El amor no es un tema que ahora mismo me preocupe en mi vida, ese tren ya llegará cuando toque".