Si Alex de la Iglesia se hubiera llevado un Goya en la gala del domingo, sería el de la insistencia. Mil veces pidió a Pedro Almodóvar --enfrentado con la Academia desde hace años-- que acudiera a la ceremonia de este año. La respuesta siempre era la misma: "No, gracias".Finalmente sucedió el milagro. Todo se desencadenó la noche antes de la gala. De la Iglesia, desesperado con tanta negativa por parte de Almodóvar, realizó una última llamada. "Ven, por favor. Tenemos que dar imagen de unidad. ¿Vas a dar un Oscar y no vienes a los Goya?", le repitió. "Si aparezco, me van a poner a caldo", contestó el director. "Mira, el odio ya lo tienes. Con lo que te propongo, solo te ganarás cariño", añadió el presidente de la Academia. Y Almodóvar cedió. De la Iglesia le reservó con nombre falso (Roger O. Thornhill, personaje de Con la muete en los talones ) una habitación en un hotal para no encontrarse con periodistas.

Almodóvar apareció en el escenario en el último momento, en el turno de entregar la estatuilla más noble, la de mejor película. Nadie daba crédito. La ministra, Angeles González-Sinde, no pudo cerrar la boca y fue una de las primeras en levantarse. Todo el auditorio la copió y se puso en pie para aplaudir al director, que hace mucho tiempo declaró la guerra a la Academia después de varios ninguneos. El primero, el de Hable con ella (2002), que no fue seleccionada por los académicos para representar a España en los Oscar, aunque, precisamente obtuvo una estatuilla de Hollywood.

Si De la Iglesia se llevó el Goya a la insistencia, Almodóvar conquistó el de la indiscreción al comentar en público otra parte de la conversación con De la Iglesia. "¿Qué pasa si me dan el Goya al mejor guión original por Los abrazos rotos y tengo que salir antes de lo previsto?, le dije al presidente de la Academia. No te preocupes, me contestó, no te lo van a dar. Ese se lo lleva Agora".