Como Amparo Muñoz, muchos se enganchan a las drogas tiranizados por sus pasiones. Tras encajar varios reveses emocionales, la única española que lució un día la corona de Miss Universo (1974) empezó a enfrentarse al día a día con los sentidos anestesiados. Fueron años de heroína y soledad que, igual que uno de esos créditos instantáneos, le están cobrando unos intereses desmedidos. Muñoz, de 51 años, se recupera en su Málaga natal de dos aneurismas cerebrales que le han paralizado la mitad del cuerpo y la han acostumbrado a tutear a la muerte todos los días.

La exmodelo y actriz narra su atribulada existencia en La vida es el precio (Ediciones B), unas memorias escritas con prosa desgarrada y pulso firme junto a Miguel Fernández. "Salí de Málaga en 1973 y volví 30 años después, enferma y desorientada, acostada sobre un colchón en un monovolumen", explica con crudeza la exmujer de Patxi Andión en el libro.

Unos meses antes del regreso al hogar paterno, Amparo fue intervenida en Valencia de una malformación en el cerebelo. Recelosa del quirófano, preguntó al médico qué le podía pasar si no se sometía a la operación. "Que cualquier mañana, al agacharte para coger un zapato, te puedes morir", replicó el neurólogo.

Ya en Málaga, la protagonista de Familia tuvo una recaída. La que fuera una de las mujeres más bellas del mundo se preparó para lo peor. Sin embargo, la enfermedad remitió y, aunque aún necesita ayuda para algo tan simple como desplazarse de un sitio a otro, ya han pasado dos años de aquel infierno y sigue levantándose de la cama todas las mañanas.