Antonia Contreras (Málaga, 1963) destaca por su versatilidad. Es requerida como solista con formaciones orquestales y corales, pero sobre todo como cantaora. Cantaora con una Lámpara Minera que desde el año pasado mantiene a pleno rendimiento, y que alimenta bien encendida con ramilletes de buenos cantes como los que atesora en su último trabajo ‘a voz vivida Un recorrido por cantes, poco oídos y con marcado acento malagueño. Esa Málaga que la vio nacer, dejar de cantar y volver a hacerlo cuando sintió que el cante daba sentido a su vida «y que si no cantaba, no era feliz». Antonia Contreras presentará en el Teatro Cervantes de Álora dentro de la programación del V Bienal de Málaga este disco el 4 de junio. La misma que desplega alas, voz, fuerza, ganas y un carácter tan generoso como su voz, que sin duda en los tiempos que corren, es uno de los mejores pasaportes de un artista al éxito. Para esta buena artista y buena persona, esto no ha hecho más que empezar.

--¿Qué satisfacciones le está dando ‘La voz vivida’?

--¡Muchísimas! Es un disco muy ansiado…, ¡lo soñaba desde hace tanto tiempo! Verlo hecho realidad me hace muy feliz, y comprobar la buena aceptación que está teniendo, más aún. Me han pedido discos de Bélgica, Francia, Japón .... Hay gente que me llama para decirme que, cuanto más lo escucha, mas detalles le saca y mas le gusta. Cada vez que eso ocurre siento como si me hubieran dado un Grammy. No he grabado este disco para ganar dinero con él, soy consciente de que no va a ser así, no tengo detrás ninguna discográfica importante, ni una gran empresa de marketing pero he ganado. Con este disco he ganado en satisfacciones, y eso para mí es lo importante.

--¿Qué ha aprendido usted de su último trabajo?

--He aprendido que todo llega, y que como decía José Ángel Buesa en uno de sus poemas: «nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas». Llevaba mucho tiempo queriendo sacar este trabajo a la luz…, pero no podía ser, quizás, porque su momento justo era éste.

--Muestra en este disco cantes poco oídos, ¿estrategia o necesidad de explorar?

--Estrategia no, desde luego. Siempre me he preocupado de tener un repertorio amplio, así como de renovar la lírica del mismo. Es una necesidad para mí. Y me resulta raro que en la actualidad, los cantes escuchados sean cada vez menos, cuando por fortuna, son muchos los que conforman el flamenco.

--Acaba de volver de Tokio, ¿cómo le ha ido por el país nipón?

--¡Muy bien! Es la tercera vez que visito el Festival Folle Jounée de Tokio (FJT) y este país, es admirable el amor y el respeto que tienen al flamenco. Los conciertos, a forma de maratón, se celebran en el Fórum Internacional, un palacio de congresos espectacular. Este es un Festival de música clásica, creado por René Martín en Francia en 1995, en el que también tienen cabida otras músicas. Además del país galo y Japón también se celebra en España, Rusia y Polonia.

--Comenzó muy joven y se apartó del flamenco, ¿qué le hizo volver?

--Era muy joven cuando empecé, entonces no estaba preparada y además mi situación familiar, (tenía mis hijos muy pequeños) tampoco me permitía dedicarle al cante el tiempo que este requiere. Ser cantaora no es cualquier cosa, no es dedicar una rato cuando te lo permitan tus demás quehaceres. Ser cantaora requiere, además de cualidades, dedicarse a ello en cuerpo y alma, día y noche, dormir y despertar cantando y escuchando cante, es compromiso y entrega por lo que haces y lo que te gusta. Ser cantaora es una actitud, una forma de vida. Yo descubrí que el cante daba sentido a la mía, y que si no cantaba, no era feliz. Ya habían pasado años…, pero nunca es tarde para intentar hacer lo que te gusta y lo que deseas con todas tus fuerzas. Hablamos de finales de los años 90…, un día me levanté y me prometí que lo intentaría y que fuera lo que tuviera que ser. Empecé a presentarme a concursos, hacía colaboraciones en actos benéficos…, y a partir de ahí se me empezó a conocer. He tenido mis alegrías y mis pesares en la vida, y el flamenco lo ha vivido conmigo. Una veces en silencio y otras en voz alta. De ahí sale ‘La voz vivida.

--¿Cuál ha sido la ventaja de enfrentarse al cante con cierta madurez?

--Cuando se llega a una edad, uno ya sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Se va con mas calma por la vida y cualquier cosa que venga, se asimila sin locuras.

--¿Es difícil mantener encendida la Lámpara Minera que ganó el año pasado?

--Nada es fácil en la vida. Me costó mucho encenderla, (se ríe) no fue fácil para mí tomar la decisión de presentarme a un concurso después de doce años sin haberlo hecho. Gané, me siento afortunada por ello, y donde quiera que voy trato de defenderla como merece, y espero mantenerla encendida hasta el fin de mis días.

--¿Es positivo o negativo que la tengan como referente del cante por malagueñas?

--Es positivo y halagador. A cualquier artista le gusta que sus cantes los hagan otros. Me ha llamado mucha gente diciéndome que canta alguna de mis malagueñas, o preguntándome si me importa que las cante. Para mi eso es una gran satisfacción.

--Ha representado ‘El amor brujo’ en su versión orquestal en más de 40 ocasiones desde 2005, ¿qué íntima relación le une a la obra de Manuel de Falla?

--A fecha de hoy creo que he superado las 100 representaciones por todo el mundo, con diferentes orquestas y directores…, en Francia es donde más la he interpretado. Esa obra es la que más satisfacciones ha dado a mi carrera. Tuve que trabajar mucho y duro para prepararla, me propusieron grabarla y yo apenas la conocía, pero tenía que tomar la decisión de hacerla o no. Decidí que sí y me puse a trabajar para ello..., la obra me cautivó. Cuanto más la iba estudiando, más me apasionaba, hasta el punto de creerme Candela en vez de Antonia.