Puede que no tenga un Oscar de Hollywood. Pero sí el Donostia de San Sebastián, la Espiga de Honor de Valladolid, la Biznaga honorífica de Málaga, la Medalla de oro al mérito en las Bellas Artes. Y ahora, el Premio Nacional de Cine, que ha recibido con «gratitud, humildad y sentido de la responsabilidad». Con más de 80 películas a sus espaldas, Antonio Banderas se debe estar haciendo mayor. Es lo que argumenta para explicar el chorreo de premios honoríficos. «Los 60 (años) están a la vuelta de la esquina», bromea el actor multitareas, nacido en Málaga en 1960.

El jurado, capitaneado por el máximo responsable del Instituto del Cine, ha optado por él por tres motivos. A saber: ser un cineasta con una trayectoria «extraordinaria a nivel nacional e internacional», «abrir el camino a muchos actores españoles» y tener un «compromiso tenaz como actor, director y productor». El Nacional de Cine está dotado con 30.000 euros y se recoge, según manda la tradición, en septiembre, durante el festival de San Sebastián.

Micrófono en mano, Banderas tendrá ahí la oportunidad de decir lo que le venga en gana. Puede que sea como J. A. Bayona y grite al Gobierno que sin cultura no se va a ninguna parte. Puede que sea como Fernando Trueba e incendie las redes bromeando con su escaso sentimiento español. O puede que sea como él mismo, un «insensato vehemente» que ha tomado las decisiones más importantes de su vida en «cuestión de segundos». Así decidió, por ejemplo, dejar su Málaga natal cuando era poco más que un crío y desembarcar en Madrid, donde el dinero no le llega más que un par de palmeras de chocolate al día.