El éxito comercial no ha modificado la actitud artística de Antony Hegarty ni le ha apartado de su hoja de ruta como artista sensible, cuyas canciones le muestran a punto de romperse por dentro. El tercer disco de Antony and the Johnsons, The crying light , que sale hoy a la venta en Europa, es un delicado ejercicio de pop de arte y ensayo que desarrolla y, si cabe, radicaliza los principios que movieron sus dos trabajos anteriores: esbozos melódicos con alto poder emocional, sustentados en la desnudez instrumental y los poderes vocales del protagonista.

The crying light (La luz que llora ) está bañado en sensaciones de debilidad anímica, dolor interior y desamparo, siguiendo la senda emprendida por Antony en su obra previa, y que inspiró, por ejemplo, a Isabel Coixet en la banda sonora de La vida secreta de las palabras . En sus 10 nuevas canciones, Antony parece encontrar un provechoso espacio de libertad: esa luz llorosa es, según ha explicado el cantante y autor británico, afincado en Nueva York, "un santuario" entendido como "un lugar seguro donde te puedes dejar llevar y abrir al presente sin corazas".

ACOGIDA POSITIVA Esas acuarelas de voz y piano, con ocasionales arreglos de cuerda y apuntes de guitarra, han vuelto a despertar alabanzas de la prensa especializada. La publicación británica Q las califica de "fantasmales y teatrales" en una reseña muy positiva, igual que la de Mojo, que advierte, no obstante, que las piezas parecen "más meditaciones que canciones". Uncut elogia su "paisajismo ensoñador" y, al otro lado del Atlántico, Rolling Stone considera que el disco proyecta "una visión oscura que no escatima belleza".

El disco se abre con Her eyes are underneath the ground , con una melodía melancólica que Antony desarrolla sobre un colchón de piano y un violín discreto. Un inicio sencillo e interiorista, que marca una pauta retomada por canciones como One dove o la majestuosa Daylight and the sun , de más de seis minutos de duración. Dust and water es la más ascéticas de las nuevas canciones, con la voz sufrida de Antony sobre una brumosa base electrónica, mientras que Epilepsy is dancing y Kiss my name aportan las estructuras más rítmicas y ligeras del disco.

El factor soul entra y sale, y donde más se hace notar es en Aeon , canción en la que la guitarra suple al piano y donde Antony parece evocar al Otis Redding de las baladas inflamadas a lo I´ve been loving you too long . En una entrevista a Mojo, Antony admite la influencia del soul de Stax Records en esta pieza, que está dedicada a su padre. El disco se cierra con Everglade , otro de los puntos álgidos, con un plus de dramatismo. Todas las instrumentaciones están diseñadas por el propio Antony en tándem con el joven Nico Muhly, talento emergente en los últimos tiempos reclamado por Björk y Philip Glass, y que firma la banda sonora de la película The reader (Stephen Daldry), candidata al Oscar.

The crying light fue precedido, el pasado octubre, por el epé Secret world , con cinco canciones, cuatro de las cuales no están incluidas en el nuevo trabajo. El nuevo material muestra el ADN sutilmente torturado que ha convertido a Antony Hegarty en artista de culto, con aura de creador exclusivo.