Que gran parte del jurado del Premio Biblioteca Breve desconociera quien es Guillermo Saccomanno dice mucho de las tortuosas relaciones de la literatura argentina y la española. A Saccomanno (Buenos Aires, 1948) que ayer ganó el premio organizado por Seix Barral le ha sucedido lo mismo que a Ricardo Piglia o César Aira, cuyos libros eran una absoluta novedad en las librerías españolas cuando en su país su consideración es de maestros. Y como para alimentar el enigma, Saccomanno no pudo viajar a Barcelona a defender su novela El oficinista porque los médicos preocupados por su tensión arterial le han prohibido volar. Así que para la ocasión, fue Rodrigo Fresán, gran amigo del galardonado, el encargado de dar las explicaciones tras las ditirámbicas apreciaciones de los miembros del jurado convencidos de estar ante "uno de los grandes libros de este año" (Rosa Montero) o un "escritor extraordinario" (Ricardo Menéndez Salmón).

REALISMO EN CIENCIA FICCION

El oficinista es una novela realista en un marco de desolada ciencia ficción, en sintonía con una cita de Kafka: "A veces se viven soledades tan profundas que solo admiten el calificativo de rusas". En ella, un hombre gris y sin ambiciones, de estirpe dostoievskiana, conocerá a una mujer que le hará replantearse la existencia. Una mezcla de Ballard, Kafka, Philip K. Dick, Gogol y Roberto Arlt con unas gotas de Blade Runner fueron los ingredientes detectados en la fórmula del libro, "extraño pero coherente con la obra de Saccomanno", según Fresán.

"Es un escritor puro, autodidacta y muy lector, lo que en definitiva quiere decir que es muy argentino", define su amigo que conoce al novelista argentino desde hace dos décadas, más o menos cuando el autor decidió abandonar la capital para instalarse en Villa Gesell, un balneario en el que irradia su magisterio.