El rey de las novelas de aventuras sobrevuela el Madrid de 1808 y da vida a más de 300 protagonistas de una tragedia.

--¿El 2 de mayo se ha hecho carne en estos personajes anónimos?

--He querido irme a Goya, que no gustó durante muchos años, a buscar entre la gente que está plasmada en sus cuadros: el tendero, el panadero, la costurera, el herrero... En su cuadro de los fusilamientos, el fusilado tiene la misma cara de malo que el que dispara. Probablemente es la fecha más manipulada de la historia de España. Y todos se olvidan de la realidad.

--¿Y cuál fue?

--Que en la calle hubo cuatro gatos, cuatro mataos, cabreados, furiosos con todo. Fue como una kale borroka espontánea, mal organizada y el mayor rango militar fue el de capitán, con Daoiz y Velarde. La gente de orden se quedó en casa. De hecho fue un movimiento reaccionario, el de esa España populachera que le pega hostias a un ministro en una manifestación. Ese día en concreto en la calle, combatiendo, no hubo más de 3.000 personas.

--¿Y los ilustrados?

--El hijo del Alcalá Galiano, que murió en la batalla de Trafalgar, salió a la calle a combatir a los franceses, y se preguntó: "¿Qué hago yo con esa gente". A la gente acomodada le parecía una algarada callejera de gente baja, analfabeta, visceral, que defendía la monarquía más vil y corrupta de Europa. Los franceses eran la modernidad y las ideas nuevas. El verdadero drama fue para los liberales y la gente culta, que tenía un terrible dilema: ¿quiénes son los míos?

--Es una pregunta muy moderna.

--Por eso no he querido implicarme como narrador. Ahí están los hechos, muy documentados, es la gente la que habla. Que el lector se sitúe, viva el momento y saque sus conclusiones. Otra cosa sería entrar en lo de todos, eso de la patria, la bandera y el heroísmo. Prefiero contarlo con la acidez de una novela y el rigor de un documento.

--¿Se pregunta qué hubiera pasado si se quedan los franceses?

--El siglo XVIII surge en España un movimiento cultural ilustrado muy importante que mira al futuro, y la modernidad hubiera llegado de una forma u otra. El problema es que esta jornada, y lo que vino después, corta eso y obliga a elegir. Se trunca una generación de esperanza y se perfila ya en esos testimonios, sutilmente, las dos Españas, el elegir conmigo o contra mí.

--¿Es verdad que Daoiz usaba pendientes?

--Sí, era muy común entonces entre los marinos. Sus aretes de oro se conservan en el Museo del Ejército.

--¿Hubo épica en la derrota?

--Sí, mucha. Hay que ver a esos animales matando a mordiscos a los franceses. Se podían haber quedado en casa, no había nada que ganar, no había botín, salen a la calle porque están cabreados. No podemos negarles la gloria aunque censuremos el origen de la algarada.

--¿Aprendemos de la historia?

--No aprendemos ni de las derrotas, no ya de la de Trafalgar, sino del informe PISA. En este país nadie es culpable de nada, es esa eterna actitud de la falta de responsabilidad. La tragedia de España es que tras cada conmoción histórica nunca ha habido un debate constructivo, nadie quiere saber nada. Siempre se sale o con fanfarrias patrioteras o avergonzado, pero nada más.