Testigo de la convulsa España del siglo XX, de la eclosión cultural de antes de la guerra civil, representante en el exilio de una generación arrasada y recuperado para la democracia, Francisco Ayala (Granada, 1906) cumple hoy 100 años con la misma curiosidad de siempre, sin pretender la inmortalidad y convencido de que la literatura y la vida hay que vivirlas "al día y con pasión".

"Mira que si por esa mala follá granadina no llego, después de tanto cariño", le comentó el escritor hace poco al poeta Luis García Montero, artífice del homenaje que hoy se iniciará en la Biblioteca Nacional. El humor no le falta, y ayer en conversación con los medios de comunicación se confesó "abrumado" con tantas muestras de cariño y tanta fotografía.

Federico Mayor Zaragoza abrirá hoy un ciclo de conferencias dedicado al escritor. Luego se celebrará una cena --en la que Ayala apagará 100 velas-- presidida por los Reyes.

Ayala dijo ayer que no teme a la muerte pero no reveló ninguna receta especial para conservarse tan admirablemente joven física e intelectualmente. Quizá sea por ser "demasiado curioso" por las cosas pequeñas, las noticias de los periódicos o las conversaciones intrascendentes de la gente de la calle.

Académico, narrador, ensayista, traductor, candidato al Nobel y premiado con el Cervantes, Ayala señaló que a menudo se ha hecho del exilio "una falsificación maliciosa". En América, donde él lo pasó, muchos españoles "ascendieron un escalón", ya fueran catedráticos o trabajadores manuales. A su regreso, en 1976, no quiso una "entrada gloriosa. Yo traté de aceptar la realidad", añadió.