La recuperación del Anfiteatro Romano como espacio escénico, dentro del ciclo Otra Mirada de la 54 edición del Festival de Mérida, tuvo lugar la noche del pasado jueves con la sorprendente representación de Ayax .

El regreso a la capital extremeña de su director, el dramaturgo griego Theodoros Terzopoulos, supuso la puesta en escena de una "vanguardista y conceptual" función sustentada en la opera y la danza modernas, en los sentimientos, y la fuerza de un montaje desconcertante e impresionante.

Un Anfiteatro Romano lleno de luz interpretativa y corporal, en el que, gracias al atlético trabajo de los actores de Attis Theatre, los espectadores pudieron observar un espectáculo que escapa del convencionalismo.

La energía extrema de los ocho actores que reconstruyen los aspectos del carácter de Ayax , tal como sucede a lo largo del texto de Sófocles, dan vida alternativamente a un héroe que se convierte en el hombre víctima de sus últimos actos: tales fueron las virtudes, mas también las torpezas que le precipitaron en el exceso fatal .

Un remordimiento letal en el que el único cobijo es la muerte, en el que el chillado lamento de su mujer Tecmesa, encarnada por la actriz Sophia Hill, --ataviada ésta con tacones, falda y bandolera y su llanto a capella--, da sentido a la humillación sufrida por un hombre que preso de una agitada locura, sobre el escenario, masacra bueyes y carneros --representados en la escena por cajones de madera-- creyendo que son el enemigo.

Desde el comienzo, la obra revela sobre las tablas una pasión y fuerza visual que se hacen monótonas, con un montaje, en griego, que no por todos puede llegar a ser comprendido pero que es apoyado por narraciones resumidas en castellano de todo cuanto sucede en la escena y por la interpretación en español del actor Thanasis Alevras.

La música y el espacio sonoro, de la mano del creador Takis Velianitis, apoyan la particular visión de este "drama satírico" que en múltiples escenas roza los límites de la parodia, un hecho perseguido consecuentemente por su director, cuyo objetivo primordial es despertar la curiosidad del espectador para que "piense en lo que no sabe y en lo que quiere saber", para que se inquiete y se agite.

En torno a medio millar de espectadores asistieron, durante una inpuntual hora y cuarto, a la singular representación del Ayax de Theodoros Terzopoulos en la cual la palabra cede ante la presencia y la esencia de la imagen, de la dramaturgia y la interpretación a lo largo de una obra en la que viscosos cuchillos, deslumbrantes espátulas y los reiterativos cambios de humor --risa, llanto, lamento y jadeos en las interpretaciones-- se muestran como símbolos de sangre, sufrimiento, dolor y muerte.