A sus 83 años recién cumplidos, el legendario guitarrista B. B. King parece no querer poner freno a su agitada vida profesional. Coincidiendo con la presentación de su último álbum de estudio, One kind favor , y los preparativos de su inminente gira norteamericana, el músico ha sido homenajeado en su pueblo de adopción en el Delta del Misisipí (Indianola) con la inauguración del B. B. King Museum and Delta Interpretive Center, un espacio dedicado a su vida, su obra y, sobre todo, a la música que lo ha hecho mundialmente famoso, el blues.

Este es un privilegio al alcance de muy pocos artistas y aún menos de los que siguen en activo. Pero B. B. King hace mucho tiempo que juega en una Liga aparte, la de los que han trascendido la leyenda musical para convertirse en iconos. "He oído decir que el cielo es precioso", dijo emocionado en el acto inaugural del museo, el pasado 11 de septiembre. "Pero si el cielo es más bonito que lo que siento en este momento, entonces estoy preparado para irme mañana mismo".

Visitarlo supone emprender un viaje en el tiempo en busca de los orígenes del blues. La primera parada es una sala de cine, donde un filme presenta a B. B. King e introduce al espectador en la cultura tradicional del Delta del Misisipí. A partir de aquí se suceden las salas de exposición, donde su vida se mezcla con todo lujo de detalles con el trabajo en las plantaciones de algodón, las primeras emisoras de radio, el movimiento por los derechos civiles y los antiguos estudios de grabación que marcaron su camino hacia la fama.

Los visitantes no solo podrán ver sus guitarras (entre ellas, la emblemática Lucille ), las imágenes de sus actuaciones más legendarias y su impresionante colección de 14 Grammy, sino que también tendrán la oportunidad de descubrir la persona que se esconde detrás del mito y podrán seguir paso a paso la historia de una música que surgió de la nada y cambió la cultura americana para siempre.

LOS PROBLEMAS Pero no todo han sido facilidades a la hora de poner en marcha este ambicioso proyecto. Muchos de los inversores privados cuestionaron su emplazamiento, ya que queda muy alejado de las rutas turísticas y comerciales de la zona. Pero sus responsables tenían claro que la vida del músico y la historia del blues están arraigadas al Misisipí y que ningún otro lugar podía albergarlo. "Aquí es donde están mis raíces", explicó un sonriente B.B. King en la concurrida rueda de prensa. "Por este motivo cada año vuelvo a Indianola para dar un concierto benéfico y espero que el museo también contribuya a la educación de los chicos del Delta del Misisipí".

Este compromiso educativo y la voluntad de dar a conocer la leyenda del blues fueron los motivos que convencieron al famoso cantante y guitarrista para prestar su nombre y ceder parte de su patrimonio al proyecto.

Ahora que la popularidad de la música de raíces negras parece medirse por las ocurrentes rimas del hip-hop y el éxito de las nuevas divas del soul, es importante recordar que nada de esto sería posible si no hubiera sido por el fenómeno del blues en la primera mitad del siglo XX. Una música cruda y pasional que se convirtió en el sonido negro por excelencia en una sociedad rural, marcada por las tensiones raciales, y que encumbró el mito de la taberna, la guitarra y ese cruce de caminos en el que uno podía vender su alma al diablo por unos cuantos acordes.

B. B. King está considerado el rey del blues, pero el éxito y la fama nunca han eclipsado su carácter humilde, que le ha mantenido siempre cerca de sus orígenes. "El Delta del Misisipí ha sido como un guía para mí", reconoció el músico a los periodistas cuando le preguntaron sobre sus años de juventud. "Muchas veces he pensado que si tuviera que vivir de nuevo mi vida, no cambiaría nada excepto la experiencia de la segregación racial. Y puede que ahora también acabara el instituto y fuera a la universidad para estudiar informática".