Todo empezó hace 30 años en la cocina de una pequeña casa del distrito dublinés de Artane. "Batería busca músicos para formar una banda". Este era el texto del anuncio que Larry Mullen Jr., aconsejado por su padre, colgó en el tablón de la escuela Mount Temple de Dublín.

A la reunión fundacional, celebrada en el hogar de los Mullen, acudieron, además del batería, otros tres estudiantes: Paul Hewson (rebautizado para la historia como Bono), Dave Evans (alias The Edge) y Adam Clayton. Era el 25 de septiembre de 1976. Tres décadas después, aquellos cuatro adolescentes dublineses son, con permiso de los inextinguibles Rolling Stones, el grupo de rock en activo más importante del mundo. Ellos mismos explican su historia en U2 by U2 , un lujoso libro cuya edición española llegará a las tiendas en noviembre de la mano de RBA.

Hasta 150 horas de entrevistas con los cuatro miembros del grupo y con su representante, Paul McGuinness, ha mantenido Neil McCormick, crítico de rock del diario Daily Telegraph , para armar este libro de más de 350 páginas, pródigo en material fotográfico inédito salido de los archivos de los propios músicos.

Desde los primeros pasos marcados por los peinados ridículos y la ineptitud instrumental, cuando todo su repertorio se reducía a una versión de Peter Frampton y otra de los Bay City Rollers, hasta el superestrellato planetario y las reuniones con el Papa, la casi inverosímil trayectoria de la banda es repasada en la clave épica habitual y con un cuidado extremo por los detalles.

CONTROL ABSOLUTO No ofrece el libro grandes revelaciones. No aparecen declaraciones especialmente controvertidas ni se tocan asuntos embarazosos (los problemas del bajista Adam Clayton con el alcohol están tratados con exquisito tacto). Nada hay que pueda turbar la armonía de un grupo que ha tenido control absoluto sobre la edición, y lo ha ejercido. Pero, aun así, U2 by U2 resulta de sumo interés como crónica de primera mano de una aventura extraordinaria: por la precisión de los datos, por los momentos de confesión aparentemente sincera y por la evocación de algunas escenas impagables, como ese tristísimo encuentro con un achacoso Frank Sinatra que, aquejado de amnesia, fue incapaz de reconocer a Bono, con el que apenas unos días antes había grabado un dúo.