La primera novela de Juan Benet que cayó en las manos de María Antonia Molina fue Volverás a Región , al terminar la carrera.

"Se produjo un encuentro feliz--explica--. Me di cuenta que me encontraba ante un genio de la literatura, uno de los creadores del lenguaje. La frase inspirada de principio a fin, mantenida sin altibajos a lo largo de páginas, llevada en volandas por una imaginación desbordante. Frases discurriendo, entrelazándose, cortándose, para volver a encontrarse tras un largo paréntesis. Sobre ese río de oraciones, la memoria, acompañando los meandros, los largos discursos, de una voz original, misteriosa, soñadora, visionaria, escrutadora".

Molina habla con entusiasmo del escritor muerto en 1993, que renovó la literatura española en los 60. A partir de su tesis doctoral, ha escrito uno de los estudios más penetrantes de la obra del novelista, Las otras regiones de Benet , publicado por la Universidad de Extremadura.

Ajeno a grupos o a clasificaciones generacionales, Benet "no consideraba que la literatura fuera reductible ni pudiera explicarse ni por condicionamientos sociales y económicos, ni siquiera culturales o personales. La obra literaria es fruto del azar. Ni siquiera el autor es relevante. Sólo consideraba a Faulkner como escritor inspirado en su totalidad. Luego señala autores, pero con sus excepciones, Conrad. No faltan nombres de la literatura anglosajona (Sterne, Shakespeare, Henry James, Lowry) de la que recibe mayor influencia. Europeos como Proust y y Kafka. Algunos libros antropológicos como La rama dorada de Fraser y la literatura militar".

Pero es Faulkner el que le "enseña el camino. Le da la antorcha".

"Del americano le impresionan los hallazgos de estilo y, en ese sentido, creo que Faulkner está en Benet siempre. Ambos buscan una verdad, más allá de los límites de la razón, que se encuentra en lo que Benet llama la zona de sombras y para eso necesitan inventar un lenguaje revolucionario, hijo de la inspiración. Después tenemos otros elementos más superficiales: la creación de una realidad autónoma, como es Región y Yoknapatawpha, el sentido de tragedia griega de sus historias y personajes, el fatum o destino, los clanes familiares, la decadencia de la Historia, la ruina, la violencia, las pasiones desbordadas, la degradación moral, el incesto, el deseo insaciable de encontrar la verdad en una memoria que una y otra vez se cuenta una historia para intentar en vano reconstruir el pasado".

A la literatura española no la salva, por una tendencia a "la entrada en la taberna", el gusto por el costumbrismo. Y contra él y contra la literatura realista combate en los años 60. Pero también rechaza el boom hispanoamericano considerado como un todo y el nouveau roman le espanta por su artificiosidad.

¿Y sus discípulos? Tal vez algunos escritores tuvieron influencia de Benet al comienzo de su carrera, "pero muy pronto encontraron su propio camino: Marías, Marsé, Mendoza, Merino, Millás, Molina Foix, Ferlosio, Gándara, Guelbenzu, de Lope y Pombo".

¿Qué nos cuenta hoy la Región benetiana? "Región pudiera ser España, --explica Molina-- pero también cualquier lugar del mundo, como Macondo o Yoknapatawpha, pertenecen al universo. Son pura creación literaria, cuya universalidad es irreductible. Pero el escritor vive en un lugar y en un tiempo y no puede sustraerse a ellos. Región no es metáfora de España, sino que España y, concretamente una zona de León, sirve a sus propósitos. La guerra es una constante en la historia de Región, lo mismo que en la española; también el resto de los pueblos contienden entre sí, mientras la organización de éstos sea tribal. Para eliminar tal contingencia, habría que reestructurar la sociedad".

Tachado de difícil lectura, María Antonia Molina abre un camino de acceso al escritor. "Benet es, sobre todo, fuerza, inspiración, pasión en un lenguaje que supera los límites en los que la razón lo constriñe. Eso cuesta. El escritor exige a su lector que le acompañe en el difícil viaje de esa búsqueda de lo que hay más allá de los límites de lo racional".