El sobresalto no cesa. La información ha pasado de la sección de sanidad (Jurado, Pantoja y Mosquera) a la de justicia e instituciones penitenciarias (Muñoz y Yagüe). Los periodistas ortodoxos están confusos. No saben si abrir la sección de política con la hemorragia de Jurado o con las hemorroides que desangran Marbella. Las teles intercambian tertulianos y Aquí hay tomate será emitido bajo la cabecera de informativos. Las noticias son un puzle desencajado. Se equivoca Rajoy: no se desmembra España, sino sus personajes.

Hace unos años, ¿quién le hubiera dicho al futuro rey de Francia, es decir, Luis Alfonso de Borbón, que su madre se acabaría casando con un tal José Campos, del que sólo tenemos fotos en una discoteca con un sombrero de aquellos de Recuerdo de Mallorca? Mejor no preguntar la opinión al abuelísimo Franco, vía médium y losa sepulcral, sobre esta tercera boda de Carmen Martínez-Bordiu, antes Carmen Rossi y, próximamente, Carmen Campos.

La primera vez que Carmen subió al altar --qué experiencia debe de tener-- fue del brazo del dictador. Hoy, uno de los principales invitados es David Bustamante. Martínez-Bordiu se adapta a este tiempo nuclear, mutante y kleenex, de un solo uso y ninguna memoria.

Como Rosa López, Rosa de ex-España, reciclada en danzarina en ¡Mira quién baila! Es el programa de las segundas oportunidades, ejemplificado en Gema Ruiz, ex de otro ex, Francisco Alvarez-Cascos. Rosa sale con su foniatra y el otro día, al escucharla, quedó claro que un foniatra no es un logopeda. Se la entiende menos que a Chiquito. La nueva España.