La alegría de Eduardo Lago por la consecución del Nadal se mezcla con el cansancio que el tortuoso alumbramiento de su primera novela ha grabado en su rostro.

--¿Qué le impulsó a publicar su primera novela?

--Creo que era la primera que consideraba que tenía calidad para salir a la calle. Aunque escribía para mí desde que llegué a Nueva York, nunca había tenido ambiciones de tener un reconocimiento literario.

--Empezó Llámame Brooklyn tras llegar a Nueva York.

--Nació hace 15 años, evolucionó sola durante 10 y hace 5 empecé a enfrentarme a ella. Llegué a tener una primera versión, pero cuando la releí no me identificaba como su autor. Escondía mi escritura de ficción en los reportajes. Pero llegó un momento en el que vi que tenía que ser fiel a mí mismo y a una vocación de la que me estaba escapando.

--La obra llegó a obsesionarle.

--Es muy extraño vivir en un plano paralelo a la realidad con unos personajes que una vez nacen son autónomos. Recuerdo que le decía a un amigo que oía los gritos de mis personajes cuando me iba a dormir. Era una entrega absoluta y llegué a reescribir un capítulo hasta 70 veces. Sabía que iba a pasarlo mal; una novela seria es muy difícil de sostener. Cada página es un reto.

--¿Sus referentes son más españoles o norteamericanos?

--Le debo más a Fitzgerald y a Hemingway, a los clásicos de la narrativa norteamericana, aunque no sé si me parezco a ellos. La literatura norteamericana es de una enorme versatilidad. Me siento muy dentro de la tradición española, sobretodo de la realista, pero me he querido alejar un poco de ella y socavar las bases de la narrativa española.