Superado el periodo "paranoico-crítico", como él lo llama, por el que atravesó Andrés Calamaro a principios de este siglo, o sea, hace siete años, al argentino le quedaban dos canciones en la mochila, de esas "lineales, sin cambio armónico, sin estribillo". Ambas han encontrado cobijo en su último álbum, La lengua popular, un "catálogo íntimo" de miradas cotidianas que deja a la luz un impulso poético en plena forma.

Los otros 10 títulos salieron en el estudio, de forma fluida, hace menos de un año, en un descanso de la producción del anterior disco, El palacio de las flores . Su productor y amigo Cachorro López (Grammy a la producción en el 2006) presionó sobre la creatividad del autor de El salmón , eligió media docena y pidió más. Calamaro se encontró con el "síndrome del papel en blanco".

FERTILIDAD DEL POETA "López tenía claro cuáles eran los ritmos y los colores que le faltaban al disco para completar una producción redonda", explica Calamaro, que por lo que cuenta, en esa época se encontraba en estado de gracia.

Si El palacio de las flores fue recibido como el regreso al rock, en La lengua popular hay, además, otras cosas: aires de rumba, tango, baladas, ritmos tropicales... Mientras habla de todo esto, Calamaro se toma tiempo para pensar si cada una de las historias contenidas en sus canciones vienen de su cabeza acompañadas de una melodía concreta. "No creo que mi habilidad sea contar historias", aclara. "Siempre he escrito por el deseo de escribir un texto que después se adaptara a una secuencia armónica". Pero en este último trabajo Calamaro ha cambiado de método con un resultado plenamente satisfactorio. "Esta vez, Cachorro me pidió escribir en función de las melodías", señala el ex-Los Rodríguez.