Desde que publicara su primer y exitoso libro, El tambor de hojalata (1959), la obra narrativa del nobel alemán Günter Grass (Gdansk, 1927) ha crecido inseparable de los entresijos de su propia vida. Como un contrapunto a su enorme capacidad para fabular, este peso autobiográfico se nota sobre todo en la elección obsesiva de los temas, en la combinación de sus escritos con dibujos y esculturas e incluso en el mismo proceso físico de escribirlas: la novela El rodaballo , por ejemplo, se llamó así gracias a una cena que preparó para su primera y su segunda mujeres.

Este detalle, junto a muchos más, aparece en La caja de los deseos (Alfaguara), el segundo volumen de memorias que publica, dos años después de la polémica Pelando la cebolla, donde contaba un secreto ocultado durante toda una vida: su pertenencia a las SS de Hitler. Aquel escándalo, que estalló en agosto del 2006, llevó a Grass a escribir el libro de poemas Payaso de agosto , que acaba de publicar Bartleby Editores.

La primera entrega de sus recuerdos comprendía su infancia y juventud, y la dominada la pasividad. "Guardé silencio", escribía Grass, y recordaba que era un joven que se "dejaba seducir" por el nazismo; "creía en el Führer" y reprochaba a su padre "el ambiente cerrado, pequeñoburgués, lleno de imposiciones familiares".

La caja de los deseos , que empieza tras el éxito de El tambor de hojalata , debe verse como un libro activo, vital, valiente y apasionado. Del padre coartador pasamos a los hijos, a los matrimonios y los libros. No parece exagerado imaginar que esa conexión entre vida y literatura fue lo que ayudó a Günter Grass a sobrellevar los errores de juventud. Su vida, comprendemos ahora, nunca fue una vida ordenada. Fruto de sus cuatro relaciones de pareja, Grass cuenta ocho hijos y son ellos precisamente los que toman la voz en estas memorias. La estrategia narrativa es brillante y busca una cierta carga simbólica: son ahora sus hijos quienes hablan del progenitor, se turnan para coger el micrófono y, mientras recuerdan su infancia, pasan cuentas con su padre.

Se trata, por supuesto, de un artificio literario, pues es el propio Grass quien escribe, pero esta proximidad distanciada le permite la autocrítica frente a su amplia familia. El es el "padre que no dio la talla", que nunca tenía tiempo para jugar, el viejo que "vive solo, incluso hoy, a nivel del pasado".

Junto a los hijos, encontramos a Mariechen, una amiga de la familia que actúa como elemento aglutinador. Basada en la fotógrafa Maria Rama, que durante años siguió al escritor, Mariechen lo fotografía todo con una cámara antigua que tiene poderes mágicos: saca a relucir los deseos y revela algunos secretos familiares. Pese a la tensión entre los hijos, el retrato sentimental y familiar que emerge del libro es entrañable, con unos toques de humor muy coherentes con la obra de Grass.