Un documental, un libro de entrevistas, el ejercicio periodístico, también, y la interpretación musical, se basan en elegir un punto de vista. Cyril Dion lo tuvo claro: no quería darle voz a quienes decían: «Eso lo tienen que arreglar los políticos»; «sí, pero los lobbies…»; «de todas formas, por mucho que hagamos, no va a servir para nada». Esos ya existen. Son mayoría. Quienes piensan en una economía distinta, una democracia participativa, un sistema alimentario en el que haya para todos, son muy pocos. Menos del uno por ciento.

Y, sin embargo, no esperan a los gobiernos, no esperan que alguien les solucione los problemas. Se organizan, dejan de comer carne y pescado y huevos y leche, hacen activismo, plantan huertos urbanos, crean monedas locales que solo se pueden usar localmente: en las tiendas del barrio, en las ciudades. Aunque en esa ciudad haya medio millón de habitantes y sea una de las más ricas de Inglaterra, como Bristol. Crean empresas sostenibles en las que hay colmenas de abejas y se experimenta para que los residuos sean pocos y para no verter agua contaminada a los ríos. Para contar esta historia, Cyril Dion y Mélanie Laurent (la han podido ver en Gloriosos bastardos, de Quentin Tarantino) recorrieron muchos países del mundo: sobre todo de Occidente, cuyo modo de vida hará que el planeta colapse en poco menos de dos décadas. Es un relato esperanzador: se puede hacer y se está haciendo.

Es esperanzador y es realista. Por ejemplo, en cuanto al ahorro de energía, se necesita por fuerza una regulación política mundial. Pero no en lo que respecta a la construcción de huertos urbanos, a luchar por empresas más ecológicas, a potenciar la economía verde y a elegir, individualmente, qué tipo de proyectos queremos apoyar con nuestro dinero. Gastamos dinero todos los días. Compramos comida: ¿viene de países lejanos o es del agricultor ecológico que acaba de abrir una tienda debajo de mi casa? ¿Apoyamos las empresas locales o compramos todo por internet? ¿Nos hemos informado de los estragos de la industria alimentaria? ¿Creamos comunidades de solidaridad? Cyril Dion abrió una página web para que la gente le contara qué había hecho después de leer Mañana (Errata Naturae), y en tres meses había 700 proyectos. Es una revolución silenciosa, está en marcha y está aquí.

Más de un siglo antes, Mahler quiso hablar de la tierra a cuenta de unos poemas chinos, delicadísimos, que había encontrado en 1908, unas traducciones de Hans Bethge a las que les puso música. «La tierra permanecerá inmutable largo tiempo, se llenará de flores en primavera. Pero tú, hombre, ¿cuánto tiempo vives tú?». Si leemos la Canción de la Tierra bajo el prisma de Mañana, encontraremos el gozo de alzar una copa de vino porque sombría es la vida y oscura es la muerte. Habla de sol, de caballos, de muchachas bronceadas, arroyos, flores de loto y pájaros que anuncian durante la noche las estaciones. La Canción de la Tierra se canta. La cantarán Mark Le Brocq («·un tenor formidable», según The Times) y Nancy Fabiola, que debutó con Carmen en el Metropolitan Opera de Nueva York y no pudo cosechar mejores críticas. No hay mejor manera de acabar una temporada en una semana en la que hemos celebrado el Día Mundial del Medio Ambiente, porque, al final, la Tierra y nosotros estamos conectados. De aquí a 2050, el estado de béisbol de San Francisco estará bajo el agua: no es una hipótesis: esto va a ocurrir. No estamos hablando de que han de transcurrir centurias. Quizá la esperanza que nos muestra Mahler y la que nos ha demostrado también Cyril Dion puedan dar sus frutos más pronto que tarde.

Dion dice que la clave es explicar a los demás qué queremos hacer. Cuando surgió otra iniciativa transformadora (sí, la cultura transforma el mundo), se reunió a los vecinos y se les dijo: «Vamos a hacer esto». Los vecinos de los que hablamos son de un pueblo que tiene menos de 700 habitantes y a la alcaldesa se le ocurrió organizar conciertos de música antigua. Así surgió la I Muestra de Música Antigua Villa de Nogales. Para Carmen Franco, la alcaldesa, era fundamental hablar con los nogaleños, porque este tipo de actividades están muy alejadas de su vida diaria. Fue un exitazo. Tanto, que este año se organiza otro y, además, dedicado a las compositoras e intérpretes olvidadas del Barroco. Se ha invitado a los niños de los colegios al concierto didáctico.

De este modo se crea comunidad, se implica a los habitantes de un lugar en un proyecto (no hay más que ver las representaciones populares o el Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino), lo demandan, lo cuidan y lo hacen crecer. Quizá si comenzamos a pensar localmente, si nos relacionamos con los demás para crear proyectos juntos, podamos comenzar a construir, de una vez, un mundo que sea digno de ser cantado por Mahler al final de su vida.

‘La canción de la Tierra’, de Mahler con Mark Le Brock y Nancy Fabiola. Orquesta de Extremadura. Viernes, 9 de junio. 20.30 horas. Gran Teatro (Cáceres).

II Muestra de Música Antigua Villa de Nogales. Viernes y sábado, en Nogales (Badajoz).