La Academia de Hollywood se ha puesto autoral en las nominaciones de este año. En la mayoría de categorías, imperan los títulos con sensibilidad propia y sentido del riesgo artístico. Sin embargo, las canciones son otro cantar. En el apartado de mejor película podemos hallar desde la más perversa elegancia (El hilo invisible) hasta la pura inmersión en el terror (Dunkerque). En el de mejor canción, ganan las confecciones digeribles como creadas (por comité) pensando precisamente en el Oscar. Analicemos.

Andra Day, ‘Stand up for something (feat. Common)’. Extraída de Marshall, el biopic dedicado a Thurgood Marshall (el primer juez negro que llegó al Tribunal Supremo de EEUU), Stand up for something es una balada épica con aromas del soul de los 60. Su compositora principal es Diane Warren, experta en canciones estilo Oscar que ya ha sido nominada ocho veces y nunca ha ganado.

Andra Day, aspirante a nueva Amy Winehouse, hace un trabajo impoluto (casi demasiado) en las voces, pero la pieza no justifica su existencia hasta la aparición del rapero Common, el hombre al que debes llamar para dar dignidad a tu canción sobre la historia negra. Él transmite con credibilidad el mensaje: lucha por algo, a ser posible la justicia y la igualdad.

Mary J. Blige, ‘Mighty river’. La cantante de R&B Mary J. Blige publicó el año pasado Strength of a woman, disco bastante ignorado fuera de EEUU y el Reino Unido, pero con canciones que atajaban inteligentemente la distancia entre R&B y hip-hop, clasicismo y modernidad. Oigan Love yourself, himno de empoderamiento que mereció otra fama.

Mighty river, su aportación al drama racial Mudbound, en el que además aparece como actriz secundaria (está nominada), es una canción más tradicional. El astro de R&B Raphael Saadiq no arriesga como productor, buscando una amabilidad que fluye casi en dirección contraria a la crudeza del filme de referencia. Y hablando de fluir: la metáfora del río como corriente que transcurre en el tiempo está algo sobada.

Miguel feat. Natalia Lafourcade, ‘Remember me’. Coco fue presentada como una carta de amor a la cultura mexicana, pero en Disney/Pixar tuvieron ideas tan felices como, por ejemplo, hacer cantar en inglés (en la versión original) al personaje de Ernesto de la Cruz, bolerista ranchero de los 50. También podrían haberle buscado otro nombre, teniendo en cuenta que ya hubo un artista llamado así y se dedicó al tango. Por aliviar confusiones.

Remember me, el hit de Ernesto, tiene una versión bilingüe confraternizadora, la nominada al Oscar. Es un dúo del astro de R&B angelino Miguel (en su canción más light hasta la fecha) y la mexicana Natalia Lafourcade, cada uno masajeando el oído a su peculiar manera: él, más sensual; ella, más tranquilizadora. No hace daño al oído, esencialmente porque una pareja así podría seducir cantando las páginas amarillas.

Keala Settle, ‘This is me’. Más precauciones deben tomarse con This is me, a menos que uno sea incondicional del Broadway más fastuoso y las canciones de autoafirmación física y psíquica en la onda del Beautiful de Christina Aguilera. This is me se ha convertido en el hit inesperado (ya tiene un Globo de Oro) de un éxito inesperado, el musical sobre los orígenes del empresario circense P. T. Barnum, El gran showman. Ni siquiera el éxito de los compositores Benj Pasek y Justin Paul con La La Land hacía prever que esta película masacrada por la crítica obtendría el favor popular.

El arriba firmante aún no ha visto el filme, y This is me lo disuade de darse prisa: versos trillados sobre ser uno mismo, sin miedo ni disculpas; coros saturados; baterías de tacto electrónico que convierten a Imagine Dragons en un grupo sutil... La peor de las nominadas.

Sufjan Stevens, ‘Mistery of love’.

Nadie sabe muy bien qué pinta Mystery of love junto a algo como This is me. Stevens piensa aparecer en los Oscar vestido de Gucci para embellecer con verdadera sensibilidad una gala llena de emoción impostada. Viene a defender una de sus dos canciones originales para Call me by your name, la dedicada al amor (la igualmente brillante Visions of Gideon, que suena en los créditos finales, está dedicada a la pérdida).

Hay uno y muchos Sufjans. El de Mystery of love es el Sufjan de Seven Swans (2004), el que rinde culto a la melodía y cree en las pocas cosas bien dispuestas, en este caso voz, cuerdas, banjo, guitarra y piano, todo delicado. Logra lo máximo con lo mínimo. ¿Incluso el Oscar?