He pasado las fiestas de Navidad escribiendo una carta en una libreta. «Escribir, siempre, es escribir una carta a alguien», decía Andrés Amorós en el prólogo de ‘Charlas con Troylo’, de Antonio Gala (alguien que me monte, de nuevo, Samarkanda, por favor). Aunque después no la lea, añado yo. Quería incluir un poema, que me leyó un amigo hace mucho tiempo («hay versos que parece que los han escrito para ti»), pero algunas de las personas que más quiero o he querido se han hecho de una biblioteca buenísima a mi costa. Por estas cosas de internet y por un artículo en el que nombraba al autor, que es Luis Melgarejo (de su ‘Libro del cepo’, premio Hiperión), me lo ha enviado hoy. Qué sentido del ritmo tiene este señor, para empezar y, para seguir, es curioso que, cuando empiezas a leerlo, de repente te encuentres en una habitación de Granada («Granada. Fin de siglo. Compañera, / parece que ya escampa -son las once. / Y huele a charcos grandes de repente. / Aquí nadie te olvida; todos llaman, / preguntas cuándo vuelves, si has escrito / -que a ver si al fin se ponen y te escriben / la carta prometida o la postal / que nunca te mandaron desde Roma»), hablando de cómo han decidido según qué panoramas literarios los departamentos de ciertas universidades españolas y ciertos concursos y no hay nada nuevo bajo el sol casi 20 años después de aquello.

Luis Arturo Guichard, que acaba de publicar también con Hiperión y lo ha hecho con Ediciones Liliputienses, en Facebook (en un estado público, porque, si fuera privado, no lo compartiría con ustedes), daba unas clases de Corrupción Literaria para decir: «Los premios no se ganan con libros normales, es decir, buenos: se ganan con libros adecuados para ganar premios. Un libro bueno es generalmente complejo, con varios itinerarios de lectura, con recovecos, con subtemas. Nada de eso: hay que diseñar el libro». Su post era irónico, pero, como en toda la ironía, hay parte de verdad.

Muchas de las editoriales pequeñas, así lo han contado Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, o Julián Rodríguez, de Periférica, han comentado que han cerrado la recepción de manuscritos porque no tienen capacidad para hacerles frente. A veces nos parece mentira que tantísima gente se lance a escribir en un país que no destaca por sus índices de lectura... ni por el consumo de productos culturales. El informe ‘El consumo cultural: ¿cuestión de gusto o de precio?’, que ha publicado el Observatorio Social la Caixa, achaca a la falta de formación artística que casi la mitad (el 41,7%) de los españoles que cuenta con educación básica no tenga interés por acudir a espectáculos en directo (conciertos, ópera, teatro, danza) o a los museos y palacios o catedrales. Son datos de 2015, pero no parece que la situación haya mejorado últimamente.

El precio no parece ser un problema para algunos espectáculos. La entrada del ‘Bestiario del circo’, de Pepe Viyuela, cuesta ocho euros y, en el momento de escribir esto, un día antes de que se publique, todavía quedan la mayoría de las entradas libres en el palacio de congresos de Cáceres. Y no será porque Pepe Viyuela no tiene tirón. «En los circos hay todo un mundo mágico y, además, ese mundo mágico está compuesto por seres de todas las procedencias: los seres humanos suelen ser de razas y lenguas distintas, que además conviven o han convivido tradicionalmente, aunque eso ya está de capa caída, con animales y siempre se ha caracterizado por algo muy claro y muy bonito y es que siempre ha sido un lugar de acogida. Ha sido un espacio donde la gente que podía ser considerada rara (imaginemos, por ejemplo, la mujer barbuda o los siameses), en el circo tenía un sitio. Todo el diferente tenía una cabida. Además, era un lugar sin raíces propias: rompía las fronteras o que jugaba con ellas o se las saltaba. Un lugar en el que las banderas eran adornos, pero no motivos de lucha. El circo significa muchas cosas positivas», decía uno de los más reconocidos clowns del país.

Y con estos personajes, desde el comefuegos a los leones, Pepe Viyuela conformó un poemario donde hablaba de la integración, la superación y el encuentro. Hacen un guiño a ese «circo de los horrores» que supone la gestión de los refugiados en Europa, «que no entiende que todos necesitan una carpa bajo la que cobijarse».

Ocho euros cuesta también la entrada de Berzosax, diez años en activo y que ahora presenta una historia que mezcla música, teatro y clown. Calentamiento global, huracanes, tormentas, inundaciones. No todo está perdido, porque, ya sabemos, la esperanza es lo último que se pierde, lo único que quedó en la cajita de Pandora y lo que alimenta los deseos del ser humano. Al fin, surge cuando lo que se quiere se presenta como alcanzable.

Pepe Viyuela y la Orquesta de Extremadura. ‘Bestiaio del circo. Viernes, 12. 20.00 horas. Palacio de Congresos de Badajoz. Sábado, 13. 20.00 horas. Palacio de congresos de Cáceres.

Berzosax presenta ‘Los últimos músicos sobre la Tierra’. Viernes, 12 de enero. 21.00 horas. Gran Teatro (Cáceres).