Hay algo emocionante en la última novela de Le Carré, El legado de los espías (Planeta), que acaba de llegar a las librerías. Un nuevo trabajo de un autor que ha elevado la novela de espionaje a la categoría de obra de arte siempre es motivo de alegría entre sus irreductibles seguidores, pero en este caso hay más. El autor británico ha regresado para cerrar el núcleo duro de sus historias, las ambientadas en la guerra fría y habitadas por Smiley, el espía aparentemente gris y apocado, lo más alejado posible del macho alfa 007, pero profundamente sabio y decidido.

La publicidad promete el regreso de Smiley y eso es, quizá, una exageración. Pero aunque la aparición física del agente en El legado de los espías sea apenas un cameo final, toda la novela camina hacia ese momento y los lectores quedarán satisfechos y a la vez también un poco tristes. Porque de creer a Le Carré, que pese a sus 86 años bulle en proyectos literarios, la carrera de Smiley acaba aquí: «De él ya he dicho todo lo que tenía que decir».

EL ESPÍA

Por la reina y por la patria

Le Carré sabe bien de lo que habla. Él es un miembro distinguido de ese pequeño grupo de escritores británicos, como Graham Greene, W. Somerset Maugham, J. B. Priestley y Ian Fleming, que en su momento formaron parte del Servicio de Inteligencia y sacaron provecho en sus ficciones. A Le Carré, que durante las décadas de los 50 y 60 sirvió a su país en Berlín, no le gusta alardear de sus actividades en el MI5 y el MI6. En casi todas sus entrevistas y especialmente en sus memorias, Volar en círculos, publicadas el pasado año, asegura que aquello fue como «un cuento de hadas sin violencia comparado con la situación actual». También es cierto que su honor de exespía le obliga a no cometer ninguna indiscreción por el juramento debido a la reina y la patria.

LOS SECRETOS

Una moralidad ambigua

Como no podía ser de otra manera en un amante de los secretos como Le Carré, él no se llama realmente así, sino David Cornell. Más allá de la eufonía, eligió este seudónimo -siempre se niega a explicar de dónde lo sacó- porque empezó a escribir sus novelas -las tres primeras- cuando todavía ejercía como agente y la prudencia así lo exigía.

Su gran aportación al género fue la constatación de que entre los servicios de seguridad del Este y el Oeste, en realidad, no había demasiadas diferencias. Sus novelas, animadas por complejos dilemas morales, no se dibujan en blanco y negro sino en una variada gama de grises.

LA GUERRA FRÍA

Antes y después de la caída del muro

La guerra fría es el Camelot personal del escritor. Y todos debemos agradecérselo porque en buena medida sus novelas han moldeado nuestro imaginario sobre aquellos años. Le Carré se lo debe todo a la rivalidad de bloques, así lo demostró en una entrevista reciente en el New York Times, cuando el octogenario autor expresó un curioso sentimiento de nostalgia de aquellos años: «Lo que define a la guerra fría es que por lo menos teníamos una misión que nos definía. Ahora Occidente solo está unido por el miedo».

Cuando cayó el Muro de Berlín, los más agoreros imaginaron sin pudor que, finalizada una época, John Le Carré también acabaría con ella. Pero pronto quedó claro el error porque él les demostró que se equivocaban con una serie de novelas cada vez más oscuras y críticas con los poderes internacionales (y una especial inquina contra los Estados Unidos de América), entre las que destacan El sastre de Panamá y sobre todo El jardinero fiel.

GEORGE SMILEY

Un satán astuto y moralista

Es la gran figura de la saga, un tipo que, en otras circunstancias, habría sido profesor de literatura alemana en Oxford, pero su mente es demasiado valiosa para que su país no la aproveche. Protagonista de cinco novelas, entre ellas Llamada para el muerto, El topo y El honorable colegial, también aparece como secundario en otras cuatro encabezadas por El espía que surgió del frío, la novela que dio a conocer a Le Carré y cuyos hechos recupera El legado de los espías desde el presente.

«Barrigón, con gafas y en estado de permanente preocupación» es como lo describe Peter Guillam, antigua mano derecha de Smiley y el verdadero protagonista del libro. Pero más interesante es la definición de uno de sus jefes: «Tiene la astucia de Satán y la conciencia de una virgen». Su punto débil, es sabido, es su mujer, lady Anne Sercombe, una aristócrata, guapa y mucho más joven que él que, permanentemente infiel, lo quiere a su manera. Aunque se la evoca en todas las novelas, Anne solo tiene una aparición real, en La gente de Smiley. Aquí visita a su marido de vez en cuando y pasea junto a él por la Selva Negra.

PETER GUILLAM

Un viejo retirado que evoca el pasado

Hijo de un anglofrancés, Peter Guillam vive recluido en un pequeño pueblecito de la Bretaña francesa (equiparable a la casa de campo de Le Carré en Cornualles). Ha sido un personaje recurrente en la saga de Smiley, un tipo atractivo con mucho éxito con las mujeres (de hecho, en la más reciente versión de El topo con Gary Oldman tenía los rasgos de Benedict Cumberbatch), pero ahora es un viejo retirado.

EL 'BREXIT'

Amargura por Europa

Esta novela le ha servido al escritor para conseguir vehicular su personal fracaso histórico dirigido a su país de procedencia y así nos lo hace saber cuando George Smiley (¿o es el propio John Le Carré el que habala?) en las últimas páginas del libro dice: «Entonces, ¿fue todo por Inglaterra? En su momento, sí, por supuesto. Pero ¿la Inglaterra de quién? ¿Qué Inglaterra? ¿Inglaterra sola, perdida en ninguna parte? Yo soy europeo. Si alguna vez he tenido una misión, si he sido consciente de alguna responsabilidad [...] ha sido con Europa. Si he tenido un ideal ha sido el sacar a Europa de su oscuridad [...] Todavía lo tengo». Más claro no se podía decir.