En el duodécimo aniversario de la muerte de Jesús Delgado Valhondo, para recordarlo no recurro a sus versos (que ahí están frescos y lozanos como recién creados) sino a sus cartas, tanto a las que escribió de su puño y letra como a las que le enviaron porque, aunque escritas por otros, a él se dirigen sus contenidos y a él son remitidas. Todas estas misivas tienen una importancia capital, pues permiten conocer desde el punto de vista personal y ajeno cómo se conformaron las vivencias humanas, espirituales y líricas de Jesús Delgado Valhondo, cuando se encontraba construyendo su magna obra poética.

El epistolario de Jesús Delgado Valhondo, que está compuesto por 120 cartas personales y 600 cartas recibidas, globalmente resulta un documento fundamental porque ofrece numerosos datos sobre su vida, carácter, inquietudes, lecturas, relaciones y actividades literarias. Desde una perspectiva poética, las cartas personales interesan sobre todo porque, a través de ellas, se puede seguir el proceso evolutivo (1930-1993) durante el cual se fue adaptando gradualmente a los cambios, que se produjeron en la poesía nacional y europea.

Las cartas enviadas a Jesús Delgado Valhondo también gozan de un gran interés, porque suelen contener comentarios espontáneos de poemas sueltos o libros editados, que recogen el primer impacto emocional producido en los remitentes. Como este efecto se suele repetir en opiniones de otros lectores, han terminado por convertirse en interpretaciones con un valor crítico, que luego se han utilizado como referentes sólidos en el análisis de su obra poética.

Las cartas para Jesús Delgado Valhondo tuvieron un valor doble: Uno de conexión, porque lo ayudaron a salir de su aislamiento, cuando se encontraba incomunicado impartiendo clases en pueblecitos alejados de los núcleos culturales, y a editar sus primeros versos en revistas de alcance nacional (Corcel de Valencia y Verbo de Alicante ).

El segundo valor es que las cartas también propiciaron su evolución ¿una de sus características fundamentales?, pues conectaba a través de ellas con grupos poéticos como el de Intimidad Poética de Alicante, Alamo de Salamanca o Rocamador de Palencia; con colecciones de poesía como Norte (San Sebastián) de Gabriel Celaya o Tito Hombre (Santander) de José Hierro y con revistas como la leonesa Espadaña , la madrileña Indice o la santanderina La isla de los ratones .

Estas conexiones, que lo mantuvieron informado del ambiente literario español, fueron completadas por Valhondo con otras establecidas con escritores e intelectuales, que lo orientaban en su discurrir lírico incitándolo a depurar lo que sobraba (Caba, Frutos, Senabre) o animándolo a insistir en aquellos aspectos que propiciaban la formación de su estilo personal (Aleixandre, Dámaso Alonso, Lázaro Carreter, Federico de Onís, Rodríguez-Moñino, José María Pemán, Buero Vallejo, Jorge Guillén, Francisco Induráin, José Manuel Blecua, Alarcos Llorach, Joaquín Entrambasaguas).

Además, Jesús Delgado Valhondo entró en contacto con la actualidad europea carteándose con asociaciones como el Comité d´eécrivains et editeurs pour une entr´aide européenne de París y con la Alleanza internazionale giornalisti e scrittori latini de Roma, que lo mantuvo al tanto de lo que se escribía en Europa enviándole regularmente el periódico de la asociación, Il Corriere Letterario Latino . Valhondo también traspasó las fronteras nacionales relacionándose epistolarmente con revistas hispanoamericanas como Espiga y Euterpe de Buenos Aires.

Estos múltiples vínculos lo ayudaron a conformar una obra poética de especial altura humana y literaria a través de cartas, que vienen a confirmar la validez del título de este artículo pues, a tenor de lo expuesto, las misivas que componen el epistolario de Jesús Delgado Valhondo son cartas que hablan .