Celoso guardián de su intimidad, Jerome David Salinger logró en vida que fueran muy pocos los detalles de su biografía conocidos por el gran público. El padre literario de Holden Caulfield acababa de cumplir 91 años cuando falleció el pasado enero. No han pasado ni dos meses de su muerte y ya se conocen más detalles de su vida que en las casi seis décadas anteriores, cuando tras el éxito de su novela cumbre, El guardián entre el centeno , abandonó Nueva York a principios de los cincuenta para refugiarse en la campiña de Nueva Inglaterra y apartarse de los focos mediáticos.

Desde anécdotas de su vida cotidiana compartidas por sus vecinos hasta gustos y aficiones revelados por conocidos, todo echa por tierra la imagen que se tenía de Salinger, dando paso a un hombre de andar por casa, amigo, vecino, confidente- que se asoma también en la correspondencia que se cruzó durante años con Michael Mitchell, diez cartas y una postal que pueden contemplarse en la biblioteca Morgan de Nueva York.

La mayoría escritas a máquina prueban que Salinger no era el "excéntrico, solitario y estrafalario" que muchos pensaban (aunque el tono de las cartas se haga más oscuro), según el comisario de la exposición, Declan Kiely. En ellas cuenta una cena con Lawrence Olivier y Vivien Leigh y hasta un par de citas con una modelo de Vogue. También de sus idas y venidas a Nueva York, de lo "perdido" que se sentía cuando volvía a la ciudad, de su primer fracaso matrimonial.

Salinger siguió aferrado a la escritura el resto de su vida, según prueban las cartas. En una de las cartas habla en particular de al menos dos "guiones", pero le confiesa a su amigo que no sabe si algún día hará algo con ellos.