Desde la esquina inferior izquierda de la portada de Tatuaje resucita, paseando por la Rambla de los años 70, Manuel Vázquez Montalbán, sin prestar atención a cómo deambula por el centro su mítico personaje Pepe Carvalho, con un rostro que recuerda al del actor Ben Gazzara. Es ese el primer guiño del álbum con el que el guionista Hernán Migoya y el dibujante Bartolomé Seguí (Premio Nacional 2009 con Las serpientes ciegas) homenajean al «detective privado más importante de la literatura española» y a su creador, el periodista y escritor barcelonés desaparecido en el 2003.

La adaptación al cómic de las novelas de la serie Carvalho se estrena el próximo 17 de noviembre con Tatuaje (Norma Editorial) y seguirá con La soledad del mánager. Aún no aparece el fiel watson Biscúter, pero sí Charo, prostituta y pareja sentimental del investigador gurmet, y el limpiabotas y confidente Bromuro.

El cómic significa un «relanzamiento del mito» también cara a nuevas generaciones, señala Migoya (Ponferrada, 1971). «Porque su historia, su escepticismo y su desencanto vital son los de todo un país. Y, como se puede comprobar, siguen vigentes». Ha intentado, cuenta desde Lima (Perú), ciudad donde vive desde hace cuatro años, transmitir los rasgos que definen a Carvalho, un personaje con «mil matices y contradicciones», «cínico, sentimental, vividor impenitente, hedonista y enemigo de los oligarcas».

«Me gusta que se permita decir y hacer cosas que nadie en España se atrevería nunca a decir o hacer. Quemar El Quijote en la chimenea y llamar imbécil a don Alonso Quijano, por ejemplo, me parece genial. Carvalho ya era políticamente incorrecto en su época. Esa actitud de tío de vuelta de todo es lo que más gusto da al llevarlo a viñeta. Sospecho que Montalbán se permitía fantasear a través de Carvalho con cosas con las que no se atrevía a fantasear en su propio nombre. Para eso está la ficción. A los lectores les sorprenderá lo políticamente incorrecto que Carvalho resulta hoy día, lo cual indica hasta qué punto nuestra moral actual es estadounidense», opina el autor de Plagio, Nuevas hazañas bélicas y el polémico Todas putas.

TRANSMITIR LA ESENCIA / Seguí (Palma, 1962), fan del detective -«el primer gran personaje de la novela negra española urbana»-, cree que el gran reto era «que, al ser tan icónico, todos nos imaginamos nuestro particular Carvalho». Pero le atrajo «la oportunidad de hacer uno que saliera del arquetipo». Según les contó Daniel Vázquez Sallés, hijo del escritor y entusiasta de la idea del cómic, su padre se debatía entre Jean-Louis Trintignant y Ben Gazzara para encarnarlo. Lo valoraron y vieron que el primero era demasiado «francés» y que el segundo tenía un «punto más canalla que le iba muy bien al personaje».

«Mi idea es transmitir la esencia de Carvalho, sin permitirnos experimentos -recalca Migoya-. El cómic permite crear una plasmación visual muy seductora y una puesta en escena trepidante, pero nunca estuvo en duda que la psicología de los personajes se vertería tal como están cincelados en la prosa de Vázquez Montalbán. El quid era: ‘¿Cómo podemos transmitir con mayor viveza en el lenguaje de cómic todo el espíritu de Carvalho?’».

Así, el 90% de los textos y diálogos son extraídos de la novela. «Tenía muy claro que la voz de Vázquez Montalbán debía estar dentro», aclara el guionista, porque «Carvalho es mucho más que un caso criminal: con la excusa de cada caso, su autor metía un fresco del país entero». El de los 70. Y, porque «Carvalho es Barcelona», con escenarios recurrentes como la Rambla, la Boqueria, Casa Leopoldo o el bar Pastís.

Lugares por los que Seguí, que se siente como pez en el agua ante escenas urbanitas, ha colocado en las viñetas a ilustres barceloneses de adopción, como Ocaña y Nazario. Y homenajes setenteros, de la cantante Cecilia a los Bee Gees, pasando por musas de la época como Ágatha Lys, Bárbara Rey y Blondie, fuentes de inspiración a la hora de diseñar el personaje de Charo.

«Lo más interesante de las novelas es que junto a la trama policiaca aparece también toda la crónica histórica de España», ratifica el dibujante de Historias del barrio y Las oscuras manos del olvido. Y Carvalho es una influencia confesa en el primer personaje de Seguí, el detective Simón Feijoo. Él, subraya, llegó de Mallorca «a Barcelona a principios de los años 80 con la clara e insensata intención de ser dibujante de cómics» y sus primeras historias, de tipo costumbrista, aparecieron en revistas como El Víbora, que el propio Migoya dirigió entre 1992 y 1998.

ESCENARIOS IGUAL DE ATRACTIVOS / «Entonces los modelos policiacos estaban en Nueva York o Chicago y descubrir con las novelas de Montalbán, Andreu Martín o Juan Madrid que un detective español por la Rambla funcionaba igual de bien que un Philip Marlowe por Los Ángeles y que Barcelona y Madrid podían ser escenarios atractivos para la ficción abría un mundo de posibilidades», recuerda.

Como las de la trama de Tatuaje, con tentáculos en Ámsterdam y en la que no faltan el sexo, las drogas y la gastronomía. Todo empieza cuando aparece flotando en la playa un cadáver de un hombre rubio con la frase «He nacido para revolucionar el infierno» tatuada. ¿La inspiración? Aquella añeja copla de Concha Piquer que rezaba «Él vino en un barco, de nombre extranjero».